Ramiro salió de la habitación de Aura, empujado por la enfermera. El suave clic de la puerta al cerrarse lo aisló del pitido estridente del monitor, pero no del pánico. Se apoyó contra la pared fría del pasillo, intentando recuperar el aliento. Sus ojos ardían y sus manos temblaban visiblemente.

El Dr. Kaled y la enfermera estaban trabajando para calmar a Aura, y él no podía hacer nada más que esperar.

Sacó su teléfono con manos torpes y marcó un número.

El teléfono sonó solo una vez antes de que León contestara, con su tono de voz grave habitual, pero con una subyacente impaciencia.

—Ramiro.

Ramiro se obligó a hablar, luchando contra la opresión en la garganta.

—León... —La palabra se ahogó en un suspiro, pero logró sacar la frase—. Despertó. Aura despertó.

Al otro lado de la línea, hubo un silencio momentáneo, un silencio que Ramiro conocía bien, el sonido del mundo deteniéndose.

Luego, la voz de León regresó, completamente transformada. La grave impaciencia había sido reemplazada p