El sol se hundía en el horizonte de la ciudad, tiñendo el cielo con tonos naranjas y púrpuras, mientras que las sombras se alargaban, reclamando las calles. Ramiro, sentado en el sofá de cuero de su departamento, con el rostro tenso. Había estado apurando un vaso de whisky mientras el crepúsculo llenaba la sala, pero su mente no estaba en el licor; estaba en Marcos, su jefe de seguridad de confianza, y la inexplicable urgencia de su último contacto.

Ramiro se puso blanco como un pañuelo. Sintió un leve mareo, el efecto del whisky acelerado por la descarga de adrenalina. Volvió a leer el mensaje, pensando que su mente le estaba jugando una mala pasada, buscando un error, una coma fuera de lugar. Pero no había error.

"Bar El Oráculo".

No podía ser. No podía ser que Marcos le hubiera citado a ese lugar. La mano le tembló. ¿Cómo es posible si allí es donde baila... ella... Vesper?

La pregunta le taladró la mente. Vesper. Su enigmática bailarina, su fantasma, la mujer con la que había estad