Capítulo 93. Sombras entre copas
Dante
La sala me llega con la misma claridad que un disparo: sonido lateral, reflejos, la ropa que se mueve como marea. No diferencio en un primer segundo la amenaza de la algarabía; la costumbre me hace leer los bordes de la fiesta con la vista entrenada a buscar huecos.
Veo a la gente, las copas, las sonrisas, y de golpe algo no encaja: un hombre avanza con la osadía de quien cree pasar inadvertido, sostiene un paquete envuelto en papel neutro, sin flor ni lazo, como si aquello fuera solo un encargo más.
No está lejos, cruzando la sala hacia la barra. Sus pasos son medidos; su cara, la de un trabajo que no pregunta por el gesto. Reconozco la postura: la que usan los que nunca cargan peso propio, solo pagos.
Mi mano aprieta la de Alessia debajo de la mesa sin que ella lo note. No la suelto; no podría. Nada en esta noche nos separa. Le digo al oído, sin prisa, con la voz recortada para que solo ella y yo la sostengamos:
—Hay alguien con un paquete. En la barra, tres mesas a la derecha