Capítulo 88. Paolo en carne y papel
Alessia
La sala huele a moqueta cara y a calma comprada. Es un hotel neutral en un barrio que finge indiferencia: ventanas altas, café tibio en tazas de cerámica.
Paolo llega con la puntualidad de quien tiene la paciencia como arma; su traje está impecable y su voz medida. Cuando me mira hay algo parecido a una curiosidad bien entrenada, no a desprecio. Está contento de verme en persona: la pelea que hace por cartas y papeles quiere siempre un rostro frente a quien cortará su camino.
—Alessia —saluda, con esa sonrisa de corbata—. Gracias por venir.
Me siento sin ceremonia. La mesa entre los dos es transparente; se ve la luz cruzando y también entiendo que el vidrio es su elemento favorito. Prefiere vitrinas, no sangre: los mármoles se limpian, los cadáveres no se lavan igual.
—Dime lo que quieres —respondo, sin alzar la voz.
Paolo no necesita calentamiento. Empieza con su genealogía en voz baja, casi orgullosa; es la historia que alimenta su estrategia. Habla de su padre marinero, de