Capítulo 81. Desarme
Dante
Entro con las botas que saben andar sin pedir permiso. La bodega huele a aceite y cartón húmedo, a madera vieja que pretende no ser bodega. Salvatore se pega a la pared como una sombra entrenada; Enzo y Raffaele avanzan en estocada, Alejandro me alimenta con la voz en el oído, Valeria vigila la red como quien vigila un bisturí.
La puerta se abre con la calma de quien no quiere ruido. Vemos hombres de operario, chalecos, manos curtidas por la carga. No son muchos; están preparados para trabajo, no para guerra.
—Adentro —digo, y la orden se asienta.
Un tiro al suelo, firme, para marcar que no entramos a dialogar. Saltan luces; un humo fino llena el pasillo. Salvatore corta la línea. Revisa huecos, obliga a manos a salir donde las queremos ver. Un joven cae tras una pila de cajas, tiene la cara descolocada por la sorpresa.
Aparece la primera prueba: papeles encintados, una etiqueta con tinta que no quema del todo. CENZ-15, leo sin levantar la voz. La misma sigla que vimos en los pa