Capítulo 65. Fuego en la plaza
Dante
La ciudad amanece con gusto a cobre. El aire trae sirenas que aún no suenan y pasos que todavía no corren. En la mesa está el plano de la plaza: entradas, salidas, sombras. Hoy el vidrio se mira a sí mismo.
—Roselli llega a las once —dice Valeria—. Le gusta que lo vean a la luz.
Asiento. Alessia coloca una rosa sin tallo sobre el centro del mapa. La flor es un punto rojo. Sus ojos dicen guerra con la calma de un altar.
—Imagen contra imagen —responde—. Yo muevo flores y música. Él creerá que es ceremonia.
Salvatore se ajusta la chaqueta. El gesto de un hombre que conoce los entierros.
—Yo cierro por la calle del mercado. Si corren, chocan conmigo —dice, con confianza.
—Nadie dispara primero —ordeno—. Primero se ve. Luego se quema.
El sol cae de frente sobre la plaza y la vuelve escenario. Vendedores abren toldos. Un payaso pinta caras y se escuchan las risas de los niños. Los altavoces prueban un vals que no es nuestro.
Entonces, Roselli aparece con traje claro y una sonrisa de