Capítulo 26. El contraataque en las sombras
La ciudad nunca duerme, pero sí susurra. Dos noches después del Palazzo, los rumores llegan a mí como ecos inevitables: movimientos extraños en los muelles, guardias que cambian de turno sin aviso, rostros nuevos en las esquinas del viejo barrio Montenegro. No necesito pruebas escritas para entenderlo. Alejandro y Salvatore han dejado de pelear entre sí; ahora comparten un mismo enemigo. Yo.
Enzo entra al despacho sin llamar. Su expresión lo dice todo. Hay una guerra inminente fuera, que espera por nosotros.
—Han movido cargamentos con la firma de Alessia —informa, dejando un sobre encima de mi mesa—. Armas. Nadie duda de dónde vienen.
Abro los papeles. El sello, la letra, todo es impecable. Demasiado impecable. Un montaje. Una trampa. Quieren que la ciudad crea que Alessia negocia a mis espaldas, que el apellido Montenegro la arrastra al lodo.
Raffaele suelta un bufido. Su rostro se debate entre la preocupación y la estupefacción por tal movida.
—Viejos zorros. Si esto llega a oídos