Capítulo 25. El juramento de la reina
La música retoma un compás de cristal que intenta disimular el temblor que dejó Salvatore al marcharse. El Palazzo Ferretti brilla como si la noche hubiera aprendido a fingir serenidad.
Respiro hondo, el frío de la copa en mi mano ancla la sangre que todavía quiere pelear. ¿Cómo se atreve a venir y armar tremendo escándalo y a acusarme, cuando el muy hipócrita me ha bloqueado toda inversión a mi empresa?
Siento la mirada de todos sobre mi espalda: aliados, enemigos, curiosos que olfatean mi destino. A mi lado, Dante es un muro cálido. No me toca, pero su presencia me sostiene, como una promesa que no necesita ruido.
Me adelanto un paso hacia el centro del salón. Las arañas de cristal derraman oro sobre el mármol, los murmullos se apagan con un pudor conveniente. Está muy hermoso el lugar, estoy encantada, aunque no quiero que él se entere.
Veo a Alejandro sentado, con la mandíbula rígida, un vaso que ya no domina. Enzo se mantiene a distancia, Raffaele vigila las esquinas como si los