Luther.
El sonido de los cubiertos contra la porcelana se desvaneció cuando rompí el sello del sobre.
Era solo una carta, pero pesaba como si llevara adentro todos mis pecados.
La luz de los candelabros parpadeaba suavemente sobre la larga mesa de roble, donde Elise frente a mí cortaba lentamente un pedazo de carne. Luke, en su coche junto al fuego, dormía sin saber que su mundo estaba a punto de fracturarse.
Leí las primeras líneas.
Mi mandíbula se tensó.
“Soy Celeste. Sigo viva… Ah, maté al demonio que estaba contigo, y a la bruja. Quiero que vengas al bosque del sur en dos semanas. Día domingo. Ocho de la noche”.
Respiré hondo para continuar, y entonces, llego la estocada final:
“Hay un asunto que debo resolver, y más te vale que Elise vaya contigo. Solo ustedes dos. Si no lo hacen, tendré que hacerles una visita en la manada… y no será bonito, créeme. Espero tu respuesta”.
Mis dedos se crisparon.
La ira se elevó como un relámpago desde mis entrañas. Golpeé la mesa con el puño c