Mundo ficciónIniciar sesiónCeleste Eldrin era una débil omega que vio su mundo desmoronarse el día de su boda cuando su prometido Luther, y su hermana adoptiva, Elise, la traicionaron al acabar con la vida de sus padres. Ambos le confesaron sus planes sin piedad: asesinar a Celeste para no dejar cabos sueltos y garantizar que él se convirtiera en el próximo alfa de los DarkMoon y Elise en su luna, ya que estaba esperando un hijo de él. Desesperada y gravemente herida, Celeste logró escapar al bosque, llevando consigo el peso de la traición y el luto por sus padres. Sus esperanzas se aferraron a Kael, un lobo que sus padres habían descrito como fuerte y bondadoso, quien podría ayudarla a aumentar su fuerza y vengarse. Sin embargo, la realidad fue distinta. Cuando Celeste recuperó la conciencia, Kael se reveló como una hombre cruel y desinteresado. La sed de justicia empujó a Celeste más allá de los límites de la razón. Ignorando las advertencias del pueblo, se atrevió a enfrentar a Kael una noche de luna llena en su habitación. Allí, descubrió el secreto más oscuro de su salvador: una maldición que lo transformaba en una bestia sanguinaria. Contra toda lógica, Celeste descubrió que, de alguna manera, su presencia era capaz de calmar al monstruo que había en él. *** -Te ayudaré a vengarte de los que te hicieron daño. -¿Cuál es tu condición? -Debes permanecer siempre a mi lado durante las noches de luna llena.
Leer másNarrador. La plaza del pueblo tenía ese encanto especial que florecía al caer la noche. Las piedras del suelo, irregulares, reflejaban la luz tenue de los faroles. El aire era fresco, y el cielo estaba despejado como si supiera que iba a presenciar algo importante. Celeste y Kael caminaban juntos por los senderos que llevaban al centro. A su lado, los mellizos corrían con pasos suaves pero emocionados. Sienna sostenía una bolsa con malvaviscos como si cargara secretos valiosos. Kenzo tenía una vara de madera decorada que él mismo llamaba: instrumento de fuego diplomático. La plaza se llenaba poco a poco. Nuria y Nolan llegaron con mantas. Serena y Damián trajeron palos largos para asar. Miriam sostenía su cuaderno, lista para documentar “la noche más mágica sin magia real”. Marcela y Oliver ayudaban a preparar los bancos cerca de la fogata, que ya ardía en el centro del espacio, iluminando rostros. Sienna se acomodó junto a Miriam, riendo al ver cómo el fuego bailaba. —¿Crees
Narrador. Días después… La cabaña se llenaba de sonidos que no pedían atención, pero que la ganaban igual. El roce de hojas bajo pasos pequeños, el crujido de madera vieja cuando los niños brincaban, y la risa aguda que Sienna soltaba cada vez que Kenzo decía una palabra inventada.Afuera, los mellizos se perseguían con coronas medio caídas, su juego favorito, uno con una muñeca bajo el brazo, la otra empujando un carrito que parecía un artefacto de exploración planetaria.Desde el porche, Kael y Celeste observaban la escena.Ella tenía una taza entre las manos, el aroma a té caliente flotaba suave. Él se apoyaba en el marco, con los brazos cruzados y esa expresión que no necesitaba palabras. Era una mezcla de orgullo, asombro y ternura que sólo los años permiten afinar.—¿Lo habrías imaginado? —preguntó Celeste, sin girar la vista.—¿Hace cuántos años? —replicó Kael—. ¿Cuando el mundo pesaba más que nosotros? Porque recuerdo que pasamos por momentos muy difíciles. Ella sonrió.—Cu
Narrador. Era un mediodía brillante, y Sienna estaba en el patio trasero de la cabaña como de costumbre, sentada sobre una manta, rodeada por flores, ramitas y una piedra que emitía energía ancestral del sol, según ella. Llevaba una hora organizando coronas de amistad y etiquetas secretas de misión emocional, cuando Kenzo apareció con los brazos cruzados y el ceño fruncido.Sienna notó que tenía una carta en la mano.—Te dejaron esto —habló, lanzándola frente a ella como si fuera un objeto sospechoso—. Para ti Sienna levantó una ceja. —¿Quién?—Uno de los mensajeros que viene cada tres días. Dijo que era de Luke —respondió Kenzo—. Claro, tu nuevo mejor amigo.Sienna lo observó con calma, sin tocar la carta de inmediato. Le pareció graciosa la forma de hablar de su mellizo. —¿Y por qué hablas así?Kenzo se sentó frente a ella, con dramatismo exagerado.—Porque antes hacíamos coronas juntos. Antes yo era el héroe de tus cuentos. ¡Ahora todo es Luke y sus flores raras y sus ojos az
Narrador. La tarde en casa de Luke estaba calmada, como si el viento supiera que debía respetar los procesos delicados de escribir cartas importantes.El niño estaba sentado en medio de su habitación, rodeado por un ejército de lápices con distintas personalidades: unos afilados, otros mordidos, algunos que sólo servían para dibujar círculos torcidos. Había también tres borradores, uno con cara sonriente dibujada, porque Luke creía que eso “le daba más paciencia al papel”.Sobre sus piernas reposaba un papel limpio, aún sin arrugas… sin historia para contar.El niño pensaba. Maritza pasaba de vez en cuando frente a la puerta, pero no se asomaba. Sabía que cuando Luke entraba en modo de reflexión silenciosa, cualquier interrupción podría hacer que la magia se escapara.—Ok… carta —murmuró Luke, hablando para sí—. Carta amigable, carta valiente, quiero que no suene a despedida ni a un poema raro. Escribir una que no diga “te extraño” porque eso suena adulto.Escribió dos palabras. Las
Narrador. Los niños seguían jugando entre coronas desarmadas y cuentos improvisados, pero Sienna empezaba a notar que Luke se quedaba un poco más callado.No era tristeza. Era ese tipo de silencio que no pesa… pero quiere decir algo. Decidió acercarse a él y buscar la respuesta que necesitaba. —¿Quieres caminar? —le preguntó en voz baja, como si ofreciera un trato mágico—. Podemos alejarnos un poco. Luke asintió. Y sin decirle a Miriam ni a Kenzo, ambos se alejaron del grupo, cruzando el límite del campo y adentrándose entre los árboles, no muy lejos, pero lo suficiente para que el aire oliera distinto.Llegaron a una piedra grande, que parecía medio asiento y medio altar. Luke se sentó primero. Sienna se acomodó a su lado, estirando las piernas como si fueran dos adultos descansando después de salvar el mundo.—Me gusta venir aquí —mencionó ella—. No es secreto, pero casi nadie sabe que existe. O eso es lo que creo. Es agradable cuando sopla el viento y pasan mariposa. Luke miró
Narrador. El campo detrás de la cabaña estaba lleno de risas suaves y pasto desordenado. Era día de coronas mágicas, según Sienna, quien había reunido todos los ingredientes que ella consideraba “altamente poderosos”: flores medio marchitas, ramitas con forma de letras, piedritas brillantes y trozos de tela que alguna vez fueron parte de una cortina.Miriam la observaba desde una piedra baja, con expresión seria y manos cruzadas. —¿Estas flores tienen magia?—¡Imaginaria! —dijo Sienna, colocando una sobre su cabeza—. Eso quiere decir que hace efecto si tú crees lo suficiente. Es ciencia del corazón.Kenzo, al otro lado del jardín, hacía sonidos de guerra con dos palos. —¡La corona es falsa si no puede invocar relámpagos! —se quejó. Sienna lo ignoró con elegancia experta. —Y esta —agregó, tomando una flor azul—. Esta sirve para que no se te olviden los sueños lindos.Miriam la aceptó con cuidado. Luego, con lentitud, empezó a tejer su propia corona. Sienna la ayudaba, pero sólo
Último capítulo