Celeste Eldrin era una débil omega que vio su mundo desmoronarse el día de su boda cuando su prometido Luther, y su hermana adoptiva, Elise, la traicionaron al acabar con la vida de sus padres. Ambos le confesaron sus planes sin piedad: asesinar a Celeste para no dejar cabos sueltos y garantizar que él se convirtiera en el próximo alfa de los DarkMoon y Elise en su luna, ya que estaba esperando un hijo de él. Desesperada y gravemente herida, Celeste logró escapar al bosque, llevando consigo el peso de la traición y el luto por sus padres. Sus esperanzas se aferraron a Kael, un lobo que sus padres habían descrito como fuerte y bondadoso, quien podría ayudarla a aumentar su fuerza y vengarse. Sin embargo, la realidad fue distinta. Cuando Celeste recuperó la conciencia, Kael se reveló como una hombre cruel y desinteresado. La sed de justicia empujó a Celeste más allá de los límites de la razón. Ignorando las advertencias del pueblo, se atrevió a enfrentar a Kael una noche de luna llena en su habitación. Allí, descubrió el secreto más oscuro de su salvador: una maldición que lo transformaba en una bestia sanguinaria. Contra toda lógica, Celeste descubrió que, de alguna manera, su presencia era capaz de calmar al monstruo que había en él. *** -Te ayudaré a vengarte de los que te hicieron daño. -¿Cuál es tu condición? -Debes permanecer siempre a mi lado durante las noches de luna llena.
Leer másCeleste.
La luna del alfa siempre era vista como una mujer poderosa y sabia, así veía yo a mi madre.
Me enamoré de un hombre fuerte y seguro de sí mismo, no tuve que esperar el vínculo de la diosa para saber que él sería mi mate.
Iba a convertirme en la próxima luna en el futuro, a mis padres no les importó el poco poder que la diosa me otorgó. Nací siendo una omega, y mi fuerza nunca aumentó.
El día de mi boda, llegué al altar sola, porque mi padre no aparecía por ningún lado. Se suponía que sería mi noche, pero terminó convirtiéndose en un completo infierno.
—¿Cuánto más va a tardar? —preguntó el oficiante, moviendo el pie con impaciencia.
Lo normal era que el novio estuviera en el altar mucho antes que la novia, sin embargo, me pasó al revés. Luther no aparecía, y tampoco vi a mi familia por mucho que buscara entre el público.
—Lo siento, tal vez tuvo un pequeño inconveniente —reí con nervios.
Dejé el ramo de flores a un lado. Recordé que mi madre salió de mi habitación cuando me arregló y quedó en apoyarme desde el público.
Tuve un mal presentimiento.
Los murmullos se escuchaban por doquier, iba a quedar en ridículo si mi novio no se presentaba a la boda.
—Seguro se arrepintió por el poco poder que tiene Celeste…
—Luther puede ser el alfa si se lo propone. Sabemos que es más fuerte que Armando Eldrin…
—¿La dejará plantada en el altar…?
Tantas voces mezcladas me causaron jaqueca y aumentaron mis latidos. Mi descontrolada respiración no me ayudaba, solía dejarme llevar por el qué dirán.
Miré al cielo, rogándole a la luna llena. La noche oscura arriba de mí, logró estremecerme y un escalofrío recurrente invadió todo mi cuerpo con una ráfaga de viento que sopló.
Usé mi sentido del olfato para encontrar el rastro de olor que desprendían mis padres, supe que estaban juntos, eso era un alivio.
Corrí lejos del pequeño altar que mis padres habían adornado con flores blancas y rojas. Ignoré los murmullos de la gente y fui hacia el patio, sujetando mi vestido blanco para no tropezar.
—¿P-por qué nos haces esto, hija?
Me detuve en seco detrás de una pared al escuchar la voz de mi madre.
¿Eso fue una súplica?
—Primero, no soy tu hija. Me adoptaron, sí, pero ustedes saben lo mucho que he querido ser la luna… —masculló Elise, mi hermana adoptiva—. Celeste no tiene ni la mitad de poder que yo, ¿por qué la prefieren a ella, eh? ¿Por qué?
¿Qué demonios pasaba?
Decidí asomarme con cuidado para no ser vista. Apoyé mis manos sobre la pared y evadí la rama que reposaba cerca de mis pies. Cuando vi la escena, mi corazón se rompió en mil pedazos.
Mi madre, esa mujer fuerte y sabia, tenía una daga de plata clavada en el abdomen, y múltiples heridas de una clara pelea en todo su cuerpo. Su cabello negro se movía en compás de viento, y a su lado yacía el cuerpo de mi padre partido en dos, con los órganos afuera.
Me horroricé tanto, que mi voz no salió, por mucho que quise gritar. Llevé ambas manos a mi boca porque Luther acompañaba a mi hermana adoptiva, él sonreía con malicia al ver a mis padres.
—Seré el nuevo alfa —proclamó el hombre que estuve esperando en el altar—. Fue fácil ganarle a Armando. Entiendan que esto les pasa por ser tan bondadosos con los demás.
Mi madre lloraba de dolor y agonía. Su expresión me rompió el corazón. Mis piernas se paralizaron por completo al ver que mi padre estaba muerto.
Armando Eldrin era un amor de persona, un hombre amable que se preocupaba por su pueblo antes que él mismo. Terminó siendo traicionado por esa niña que encontró a punto de morir en un río y decidió adoptarla…
—Adiós, mami, fue un dolor de cabeza soportarlos a ustedes —La saludó con cinismo.
Luther tenía una espada larga de plata, nuestra debilidad. Armas como esa la usaban los cazadores para matar a los hombres lobo ya que evitaban la regeneración en las heridas.
Grité desesperada al ver que alzó la espada contra mi madre y corrí hacia ellos con la esperanza de salvarla.
Fue muy tarde.
Me caí en mitad del camino con horror cuando Luther cortó la cabeza de mi madre y esta cayó al suelo con un brillo en los ojos al verme, ese brillo pronto desapareció.
La sangre chorreaba de su cuerpo sin vida, y yo empecé a temblar como una miedosa por lo que acababa de experimentar.
Habían asesinado a mis padres a sangre fría, y no pude hacer nada por lo débil que fui. Mi vestido se ensució de barro, no me importó. Pasó de ser blanco, a un color café claro.
Mi hermana y Luther voltearon a verme, con el ceño fruncido.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó ella, entre dientes.
Yo no dejaba de sollozar, las palabras no me salieron.
—No importa, Elise, es momento de que ella sepa la verdad —comentó Luther, limpiando la espada llena de sangre—. Te usé, Celeste. ¿De verdad creíste que me había enamorado de una débil omega como tú?
Por mucho tiempo creí que Luther era el amor de mi vida. Se comportó como un caballero conmigo y fue aceptado por mis padres, todos se llevaban bien con él.
—¡¿Quién eres?! —exclamé.
Ese no podía ser mi Luther.
Su semblante serio y fastidiado me rompió el corazón. El cabello rubio satinado de Luther era lo más característico en él. Sus azulados ojos se oscurecieron por completo, mostrándome una nueva faceta suya.
—Entiéndelo, hermanita, fuiste una tonta por haber creído ciegamente en Luther —se burló mi hermana, cruzada de brazos—. La verdad es que él y yo estamos muy enamorados.
Caminó a pasos lentos hasta llegar a él, y la escena fue tan desgarradora, que mi sollozo se volvió un hilo.
Elise agarró la mejilla de Luther, se puso de puntillas por su diferencia de altura y le plantó un salvaje beso con lengua que él aceptó, tomándola de la cintura para pegarla más a su cuerpo.
Mis ojos hinchados llenos de lágrimas me picaban. Me levanté como pude, pues no iba a permitir que se burlaran más de mí…
—Ah, y como dato extra, estoy embarazada, cariño —Elise sobó su vientre.
—Tú serás la siguiente, Celeste —sentenció Luther, me señaló con la punta de la espada—. No dejaré ningún cabo suelto. Elise se convertirá en mi luna y juntos dominaremos todo el territorio que han cosechado los Eldrin.
¿Qué? ¿Iban a matarme?
Nunca le hice daño a mi hermana, siempre la traté como una igual aunque no nos uniera la sangre.
—¿P-por qué? —titubeé, con poca fuerza.
Lo que recibí fue una espada voladora. Luther la lanzó con tal de apuñalarme a la distancia, y con suerte me tiré a un lado para esquivar con torpeza.
Mi corazón se estremeció. Esa sensación de peligro me dominó, sabía que ellos no iban a escucharme y su único objetivo era acabar conmigo.
Luther aprovechó la luna llena y se transformó en un licántropo completo con patas de lobo mezcladas con manos humanas. Sacó las garras, corrió en mi dirección y se lanzó sobre mí.
—¡Luther! —exclamé.
Me clavó una garra en el muslo, provocando que soltara un grito agudo lleno de dolor.
—Vas a morir, Celeste.
—Me quedaré con lo que te pertenece, hermanita —afirmó Elise, moviendo los cuerpos de mis padres.
Traté de zafarme sin tener éxito. Luther era un lobo demasiado fuerte, y mi poco poder me tenía en desventaja.
Volvió a clavar su uña, pero esta vez fue en un costado de mi torso. Chillé de agonía y desesperación.
Sus azulados ojos me veían con rabia, y la baba se le salía del hocico como un perro.
—Pronto te reunirás con tus padres, querida —gruñó, con la voz gruesa y distorsionada.
Lo único que se me ocurrió fue darle un rodillazo en las bolas, las partes que más le dolían a los hombres. Para mi sorpresa, Luther aflojó el agarre por el dolor y me levanté con debilidad para correr lejos.
Mi pierna estaba sangrando por la herida e iba cojeando. Las lágrimas nublaban mi visión, no quise ni darme la vuelta.
—¡Celeste, vuelve aquí! —Escuché la voz de mi hermana.
Entre sollozos, me adentré en la maleza que conectaba con el espeso bosque.
Me transformé en mi forma de loba para correr más rápido y alejarme de mi hogar antes de ser perseguida por Luther, porque cuando volteé, él venía como un demonio hacia mí.
Logré escaparme y perderme de su vista luego de varios minutos que fueron eternos.
No estábamos vinculados, así que él no podía rastrear mi olor…
Corrí a un territorio en específico, sabía que existía un hombre que podía ayudarme, mis padres me hablaron mucho de él.
Kael Valtor, conocido por ser un hombre lobo justo y bondadoso con los que necesitaban ayuda.
Volví a mí forma humana y me dejé caer debajo de un árbol, apretando los labios por mis graves heridas. Lo último que vi fue a varios lobos exploradores a lo lejos, y después de eso, me desmayé…
Narrador. La plaza del pueblo tenía ese encanto especial que florecía al caer la noche. Las piedras del suelo, irregulares, reflejaban la luz tenue de los faroles. El aire era fresco, y el cielo estaba despejado como si supiera que iba a presenciar algo importante. Celeste y Kael caminaban juntos por los senderos que llevaban al centro. A su lado, los mellizos corrían con pasos suaves pero emocionados. Sienna sostenía una bolsa con malvaviscos como si cargara secretos valiosos. Kenzo tenía una vara de madera decorada que él mismo llamaba: instrumento de fuego diplomático. La plaza se llenaba poco a poco. Nuria y Nolan llegaron con mantas. Serena y Damián trajeron palos largos para asar. Miriam sostenía su cuaderno, lista para documentar “la noche más mágica sin magia real”. Marcela y Oliver ayudaban a preparar los bancos cerca de la fogata, que ya ardía en el centro del espacio, iluminando rostros. Sienna se acomodó junto a Miriam, riendo al ver cómo el fuego bailaba. —¿Crees
Narrador. Días después… La cabaña se llenaba de sonidos que no pedían atención, pero que la ganaban igual. El roce de hojas bajo pasos pequeños, el crujido de madera vieja cuando los niños brincaban, y la risa aguda que Sienna soltaba cada vez que Kenzo decía una palabra inventada.Afuera, los mellizos se perseguían con coronas medio caídas, su juego favorito, uno con una muñeca bajo el brazo, la otra empujando un carrito que parecía un artefacto de exploración planetaria.Desde el porche, Kael y Celeste observaban la escena.Ella tenía una taza entre las manos, el aroma a té caliente flotaba suave. Él se apoyaba en el marco, con los brazos cruzados y esa expresión que no necesitaba palabras. Era una mezcla de orgullo, asombro y ternura que sólo los años permiten afinar.—¿Lo habrías imaginado? —preguntó Celeste, sin girar la vista.—¿Hace cuántos años? —replicó Kael—. ¿Cuando el mundo pesaba más que nosotros? Porque recuerdo que pasamos por momentos muy difíciles. Ella sonrió.—Cu
Narrador. Era un mediodía brillante, y Sienna estaba en el patio trasero de la cabaña como de costumbre, sentada sobre una manta, rodeada por flores, ramitas y una piedra que emitía energía ancestral del sol, según ella. Llevaba una hora organizando coronas de amistad y etiquetas secretas de misión emocional, cuando Kenzo apareció con los brazos cruzados y el ceño fruncido.Sienna notó que tenía una carta en la mano.—Te dejaron esto —habló, lanzándola frente a ella como si fuera un objeto sospechoso—. Para ti Sienna levantó una ceja. —¿Quién?—Uno de los mensajeros que viene cada tres días. Dijo que era de Luke —respondió Kenzo—. Claro, tu nuevo mejor amigo.Sienna lo observó con calma, sin tocar la carta de inmediato. Le pareció graciosa la forma de hablar de su mellizo. —¿Y por qué hablas así?Kenzo se sentó frente a ella, con dramatismo exagerado.—Porque antes hacíamos coronas juntos. Antes yo era el héroe de tus cuentos. ¡Ahora todo es Luke y sus flores raras y sus ojos az
Narrador. La tarde en casa de Luke estaba calmada, como si el viento supiera que debía respetar los procesos delicados de escribir cartas importantes.El niño estaba sentado en medio de su habitación, rodeado por un ejército de lápices con distintas personalidades: unos afilados, otros mordidos, algunos que sólo servían para dibujar círculos torcidos. Había también tres borradores, uno con cara sonriente dibujada, porque Luke creía que eso “le daba más paciencia al papel”.Sobre sus piernas reposaba un papel limpio, aún sin arrugas… sin historia para contar.El niño pensaba. Maritza pasaba de vez en cuando frente a la puerta, pero no se asomaba. Sabía que cuando Luke entraba en modo de reflexión silenciosa, cualquier interrupción podría hacer que la magia se escapara.—Ok… carta —murmuró Luke, hablando para sí—. Carta amigable, carta valiente, quiero que no suene a despedida ni a un poema raro. Escribir una que no diga “te extraño” porque eso suena adulto.Escribió dos palabras. Las
Narrador. Los niños seguían jugando entre coronas desarmadas y cuentos improvisados, pero Sienna empezaba a notar que Luke se quedaba un poco más callado.No era tristeza. Era ese tipo de silencio que no pesa… pero quiere decir algo. Decidió acercarse a él y buscar la respuesta que necesitaba. —¿Quieres caminar? —le preguntó en voz baja, como si ofreciera un trato mágico—. Podemos alejarnos un poco. Luke asintió. Y sin decirle a Miriam ni a Kenzo, ambos se alejaron del grupo, cruzando el límite del campo y adentrándose entre los árboles, no muy lejos, pero lo suficiente para que el aire oliera distinto.Llegaron a una piedra grande, que parecía medio asiento y medio altar. Luke se sentó primero. Sienna se acomodó a su lado, estirando las piernas como si fueran dos adultos descansando después de salvar el mundo.—Me gusta venir aquí —mencionó ella—. No es secreto, pero casi nadie sabe que existe. O eso es lo que creo. Es agradable cuando sopla el viento y pasan mariposa. Luke miró
Narrador. El campo detrás de la cabaña estaba lleno de risas suaves y pasto desordenado. Era día de coronas mágicas, según Sienna, quien había reunido todos los ingredientes que ella consideraba “altamente poderosos”: flores medio marchitas, ramitas con forma de letras, piedritas brillantes y trozos de tela que alguna vez fueron parte de una cortina.Miriam la observaba desde una piedra baja, con expresión seria y manos cruzadas. —¿Estas flores tienen magia?—¡Imaginaria! —dijo Sienna, colocando una sobre su cabeza—. Eso quiere decir que hace efecto si tú crees lo suficiente. Es ciencia del corazón.Kenzo, al otro lado del jardín, hacía sonidos de guerra con dos palos. —¡La corona es falsa si no puede invocar relámpagos! —se quejó. Sienna lo ignoró con elegancia experta. —Y esta —agregó, tomando una flor azul—. Esta sirve para que no se te olviden los sueños lindos.Miriam la aceptó con cuidado. Luego, con lentitud, empezó a tejer su propia corona. Sienna la ayudaba, pero sólo
Último capítulo