Narrador.
Los niños seguían jugando entre coronas desarmadas y cuentos improvisados, pero Sienna empezaba a notar que Luke se quedaba un poco más callado.
No era tristeza. Era ese tipo de silencio que no pesa… pero quiere decir algo. Decidió acercarse a él y buscar la respuesta que necesitaba.
—¿Quieres caminar? —le preguntó en voz baja, como si ofreciera un trato mágico—. Podemos alejarnos un poco.
Luke asintió. Y sin decirle a Miriam ni a Kenzo, ambos se alejaron del grupo, cruzando el límite del campo y adentrándose entre los árboles, no muy lejos, pero lo suficiente para que el aire oliera distinto.
Llegaron a una piedra grande, que parecía medio asiento y medio altar. Luke se sentó primero. Sienna se acomodó a su lado, estirando las piernas como si fueran dos adultos descansando después de salvar el mundo.
—Me gusta venir aquí —mencionó ella—. No es secreto, pero casi nadie sabe que existe. O eso es lo que creo. Es agradable cuando sopla el viento y pasan mariposa.
Luke miró