La Omega del Alfa herido

La Omega del Alfa heridoES

Hombre lobo
Última atualização: 2025-07-16
Nelumbia  Atualizado agora
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Índice

En un mundo donde las jerarquías lo son todo dentro de las manadas de hombres lobo, Lyra, una Omega humilde y callada, descubre que está destinada por la luna a ser la pareja del poderoso Alfa Kael. Pero Kael, arrogante y orgulloso, rechaza su vínculo con desdén, prefiriendo a su pareja ideal: una loba de alto rango, hermosa y ambiciosa. Presionada por su presencia, la nueva pareja de Kael exige que Lyra sea expulsada. Así, la joven Omega es enviada a la Manada del Norte, una región aislada y fría, donde reina un Alfa cruel, herido y temido por todos: Ragnar. Lyra llega a servir como sirvienta sin saber que el destino, una vez más, tiene planes distintos: ella es también la pareja destinada de Ragnar. Pero él, endurecido por la pérdida y el dolor, rechaza la idea, aunque comienza a sentir una conexión inexplicable con la frágil Omega. ¿Aceptará Lyra una nueva oportunidad en el amor o seguirá atrapada en su pasado?

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Capítulo 1

Capítulo 1

Después de ser rechazada por mi pareja el Alfa Kael, me envió a la manada Norte para servirle al cruel y malvado Alfa Ragnar. 

–¡Tú no puedes ser mi pareja!

El mundo de Lyra se detuvo.

Las palabras del Alfa Kael le atravesaron el pecho como una lanza afilada. Era imposible. Lo conocía desde que era una niña. Habían crecido juntos. Aunque ella era solo una Omega huérfana y sin loba, él siempre la había tratado con amabilidad. En secreto, lo había amado desde los quince años, desde aquel día en que lo vio transformarse por primera vez al cumplir los dieciocho. Desde entonces, le había rezado cada noche a la Diosa Luna para que él encontrara a su pareja destinada, alguien digna de acompañarlo como Luna.

Nunca imaginó que esa persona sería ella.

El lazo se había revelado horas antes, con una intensidad abrumadora. Lyra había sentido el llamado en lo más profundo de su ser y había corrido a buscar a su pareja, sin saber que era él, cuando lo vio, esperanzada, emocionada y con el mayor éxtasis, temblando de emoción corrió hacía él. Pero en lugar de un abrazo, la esperaba un puñal de palabras.

—Kael, yo sé que esto es inesperado, pero… —empezó a decir con voz entrecortada.

—¡No, tú no sabes nada! —rugió él, con la furia del Alfa vibrando en cada sílaba—. ¡Ni siquiera tienes una loba! No puedes ser la Luna de esta manada.

El golpe fue certero.

Lyra bajó la cabeza. Tenía razón. Ella era una Omega sin lobo, una huérfana criada por un viejo curandero, sin sangre noble, sin pasado glorioso. No era nadie. Y sin embargo, el lazo estaba ahí, palpitando entre ellos como un hilo invisible que tiraba de su alma.

—Lo siento, Kael —susurró.

—¡Cállate! —gruñó él, sentía la atracción, pero se resistía a aceptarlo, Lyra solo era una Omega débil, no podía ser su loba, estaba bien que fuera una sirvienta de la casa, pero una Luna, no ese no era su papel —. Será mejor que rompamos el vínculo de una vez.

Kael dio un paso adelante, alzando la voz de forma cruel…

—Yo, Kael, Alfa de la manada Oeste, te rechazo a ti, Lyra, como mi pareja y Luna.

El aire se volvió pesado. El dolor no fue emocional, fue físico. Lyra sintió que su piel se desgarraba, como si una garra invisible le abriera el pecho. Se dobló por el impacto invisible, tratando de no gritar.

—¡Acéptalo! —le exigió Kael, con frialdad—. No tienes loba, no debería dolerte tanto.

Ella se obligó a alzar el rostro. Las lágrimas le empañaban la vista, pero su voz fue clara, aunque débil.

—Yo, Lyra de la manada Oeste, acepto tu rechazo, Alfa Kael.

En ese instante, el dolor se volcó sobre él. Kael gimió, llevándose una mano al corazón. Sus rodillas golpearon el suelo.

Lyra se estremeció al verlo en el suelo.

—¿Estás bien?

—¡Vete! —rugió, con la voz rasgada por el dolor.

Ella retrocedió un paso, luego otro. Aunque la hubiera repudiado, no podía dejarlo así. Buscó en su bolsa con dedos temblorosos y sacó un pequeño frasco de cristal.

Se acercó con cautela, y lo dejó frente a él en el suelo.

—Es cúrcuma —dijo en voz baja—. Para el dolor. Ayuda a la inflamación y a estabilizar el corazón.

—¡Te dije que te fueras, Omega inútil! —gritó él con rabia, y la palabra “inútil” le desgarró algo más que la carne.

Lyra sintió esas sílabas como cuchillas. Tragó saliva, dio media vuelta y se alejó sin mirar atrás, aunque cada paso la destrozaba más.

Llegó a su cabaña sin recordar el camino. Vivía cerca de la casa de la manada, en una modesta construcción de madera  que olía a hierbas y humo de leña. Allí había crecido junto a Romulus, el curandero que la había adoptado cuando era solo una niña ensangrentada y muda, hallada entre los cadáveres de su antigua manada tras un ataque de vampiros. Tenía cinco años cuando la encontraron en un armario escondida, todos los lobos estaban muertos excepto ella, el trauma fue severo que no habló durante un año, las cuidadoras del orfanato estaban tan desesperadas por su comportamiento tan extraño que decidieron ignorarla, hasta cierto punto le tenían miedo con esa mirada vacía, su comportamiento sombrío y sin expresar ninguna palabra, ni siquiera cuando tenía hambre, nadie la quería. Excepto Romulus.

Él la enseñó a sanar con plantas, a preparar infusiones, a leer los signos del cuerpo. Empezó como una distracción y al final terminó por ser la cura para Lyra, al poco tiempo empezó a hablar y se relacionó mejor con los miembros de la manada. Gracias a él sobrevivió, y gracias a él trabajaba en la casa de la manada. Aunque al principio fue para estar cerca de Kael, pero también porque necesitaban el dinero, ya que el viejo Romulus nunca cobraba por su trabajo. 

—Lyra. Llegaste temprano —dijo Romulus desde la cocina, se podía sentir el olor a eucalipto —. ¿Cómo te fue?

—Bien, papá —respondió con esfuerzo, esquivando su mirada—. Solo… estoy cansada. Iré a descansar.

Él asintió, aunque la observó con atención. Algo no estaba bien. Pero decidió no presionarla, Lyra era reservada con sus sentimientos, a veces la veía de buen humor, pero luego tenía miedo, como si siguiera en ese armario encerrada, era algo que Romulus nunca logró comprender por más que lo intentó.

En cuanto cerró la puerta de su habitación, Lyra se dejó caer sobre la cama. El dolor la golpeó como una ola. No solo el rechazo, sino el vacío. Era como si alguien le arrancara el alma con garras afiladas.

Sus huesos dolían. Su pecho ardía.

Hundió el rostro en la almohada y dejó que las lágrimas la consumieran en silencio. No podía creer que Kael la hubiese rechazado. Que la hubiese odiado por ser quien era. Ni siquiera le dio tiempo de comprender que eran pareja.

Ahora todo había terminado.

Y por primera vez en muchos años, Lyra pensó que tal vez… no valía la pena seguir viviendo.

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