Mundo ficciónIniciar sesiónEn un mundo donde las jerarquías lo son todo dentro de las manadas de hombres lobo, Lyra, una Omega humilde y callada, descubre que está destinada por la luna a ser la pareja del poderoso Alfa Kael. Pero Kael, arrogante y orgulloso, rechaza su vínculo con desdén, prefiriendo a su pareja ideal: una loba de alto rango, hermosa y ambiciosa. Presionada por su presencia, la nueva pareja de Kael exige que Lyra sea expulsada. Así, la joven Omega es enviada a la Manada del Norte, una región aislada y fría, donde reina un Alfa cruel, herido y temido por todos: Ragnar. Lyra llega a servir como sirvienta sin saber que el destino, una vez más, tiene planes distintos: ella es también la pareja destinada de Ragnar. Pero él, endurecido por la pérdida y el dolor, rechaza la idea, aunque comienza a sentir una conexión inexplicable con la frágil Omega. ¿Aceptará Lyra una nueva oportunidad en el amor o seguirá atrapada en su pasado?
Leer más–¡Tú no puedes ser mi pareja!
El mundo de Lyra se detuvo.
Las palabras del Alfa Kael le atravesaron el pecho como una lanza afilada. Era imposible. Lo conocía desde que era una niña. Habían crecido juntos. Aunque ella era solo una Omega huérfana y sin loba, él siempre la había tratado con amabilidad. En secreto, lo había amado desde los quince años, desde aquel día en que lo vio transformarse por primera vez al cumplir los dieciocho. Desde entonces, le había rezado cada noche a la Diosa Luna para que él encontrara a su pareja destinada, alguien digna de acompañarlo como Luna.
Nunca imaginó que esa persona sería ella.
El lazo se había revelado horas antes, con una intensidad abrumadora. Lyra había sentido el llamado en lo más profundo de su ser y había corrido a buscar a su pareja, sin saber que era él, cuando lo vio, esperanzada, emocionada y con el mayor éxtasis, temblando de emoción corrió hacía él. Pero en lugar de un abrazo, la esperaba un puñal de palabras.
—Kael, yo sé que esto es inesperado, pero… —empezó a decir con voz entrecortada.
—¡No, tú no sabes nada! —rugió él, con la furia del Alfa vibrando en cada sílaba—. ¡Ni siquiera tienes una loba! No puedes ser la Luna de esta manada.
El golpe fue certero.
Lyra bajó la cabeza. Tenía razón. Ella era una Omega sin lobo, una huérfana criada por un viejo curandero, sin sangre noble, sin pasado glorioso. No era nadie. Y sin embargo, el lazo estaba ahí, palpitando entre ellos como un hilo invisible que tiraba de su alma.
—Lo siento, Kael —susurró.
—¡Cállate! —gruñó él, sentía la atracción, pero se resistía a aceptarlo, Lyra solo era una Omega débil, no podía ser su loba, estaba bien que fuera una sirvienta de la casa, pero una Luna, no ese no era su papel —. Será mejor que rompamos el vínculo de una vez.
Kael dio un paso adelante, alzando la voz de forma cruel…
—Yo, Kael, Alfa de la manada Oeste, te rechazo a ti, Lyra, como mi pareja y Luna.
El aire se volvió pesado. El dolor no fue emocional, fue físico. Lyra sintió que su piel se desgarraba, como si una garra invisible le abriera el pecho. Se dobló por el impacto invisible, tratando de no gritar.
—¡Acéptalo! —le exigió Kael, con frialdad—. No tienes loba, no debería dolerte tanto.
Ella se obligó a alzar el rostro. Las lágrimas le empañaban la vista, pero su voz fue clara, aunque débil.
—Yo, Lyra de la manada Oeste, acepto tu rechazo, Alfa Kael.
En ese instante, el dolor se volcó sobre él. Kael gimió, llevándose una mano al corazón. Sus rodillas golpearon el suelo.
Lyra se estremeció al verlo en el suelo.
—¿Estás bien?
—¡Vete! —rugió, con la voz rasgada por el dolor.
Ella retrocedió un paso, luego otro. Aunque la hubiera repudiado, no podía dejarlo así. Buscó en su bolsa con dedos temblorosos y sacó un pequeño frasco de cristal.
Se acercó con cautela, y lo dejó frente a él en el suelo.
—Es cúrcuma —dijo en voz baja—. Para el dolor. Ayuda a la inflamación y a estabilizar el corazón.
—¡Te dije que te fueras, Omega inútil! —gritó él con rabia, y la palabra “inútil” le desgarró algo más que la carne.
Lyra sintió esas sílabas como cuchillas. Tragó saliva, dio media vuelta y se alejó sin mirar atrás, aunque cada paso la destrozaba más.
Llegó a su cabaña sin recordar el camino. Vivía cerca de la casa de la manada, en una modesta construcción de madera que olía a hierbas y humo de leña. Allí había crecido junto a Romulus, el curandero que la había adoptado cuando era solo una niña ensangrentada y muda, hallada entre los cadáveres de su antigua manada tras un ataque de vampiros. Tenía cinco años cuando la encontraron en un armario escondida, todos los lobos estaban muertos excepto ella, el trauma fue severo que no habló durante un año, las cuidadoras del orfanato estaban tan desesperadas por su comportamiento tan extraño que decidieron ignorarla, hasta cierto punto le tenían miedo con esa mirada vacía, su comportamiento sombrío y sin expresar ninguna palabra, ni siquiera cuando tenía hambre, nadie la quería. Excepto Romulus.
Él la enseñó a sanar con plantas, a preparar infusiones, a leer los signos del cuerpo. Empezó como una distracción y al final terminó por ser la cura para Lyra, al poco tiempo empezó a hablar y se relacionó mejor con los miembros de la manada. Gracias a él sobrevivió, y gracias a él trabajaba en la casa de la manada. Aunque al principio fue para estar cerca de Kael, pero también porque necesitaban el dinero, ya que el viejo Romulus nunca cobraba por su trabajo.
—Lyra. Llegaste temprano —dijo Romulus desde la cocina, se podía sentir el olor a eucalipto —. ¿Cómo te fue?
—Bien, papá —respondió con esfuerzo, esquivando su mirada—. Solo… estoy cansada. Iré a descansar.
Él asintió, aunque la observó con atención. Algo no estaba bien. Pero decidió no presionarla, Lyra era reservada con sus sentimientos, a veces la veía de buen humor, pero luego tenía miedo, como si siguiera en ese armario encerrada, era algo que Romulus nunca logró comprender por más que lo intentó.
En cuanto cerró la puerta de su habitación, Lyra se dejó caer sobre la cama. El dolor la golpeó como una ola. No solo el rechazo, sino el vacío. Era como si alguien le arrancara el alma con garras afiladas.
Sus huesos dolían. Su pecho ardía.
Hundió el rostro en la almohada y dejó que las lágrimas la consumieran en silencio. No podía creer que Kael la hubiese rechazado. Que la hubiese odiado por ser quien era. Ni siquiera le dio tiempo de comprender que eran pareja.
Ahora todo había terminado.
Y por primera vez en muchos años, Lyra pensó que tal vez… no valía la pena seguir viviendo.
Ragnar… Había sufrido tanto y había pasado tanto en la oscuridad sufriendo, desde la muerte de mi padre, mi búsqueda de la venganza con el Rey Vampiro, esa maldición de la herida, hubo un momento en qué me resigné a que ya no podía tener nada más y nunca pensé que viviría para ver algo así.Ni guerras, ni rugidos, ni sangre… solo nieve, risas y olor a carne con varios ingredientes, aún no sé que se supone que están cocinando, parece que en Navidad las personas se ponen locas y cocinan demasiados platillos, aunque yo encantado, puedo comer sin ningún límite y todo es delicioso.Antes odiaba está época del año, es posible que fuera el día más frío y distante en la casa de la manada, pero ahora las cosas han cambiado un poco o mejor dicho bastante, veo a todos alrededor. Sí, esta era mi casa ahora. Y, por la Diosa Luna, nunca había estado tan llena.La manada del Norte se veía diferente esa noche. Las luces colgaban de los balcones, el fuego de las chimeneas crepitaba, y el aire estaba
El sol caía sobre los límites del territorio Norte, la batalla había durado más de lo que esperaban, pero había sido una victoria y eso era suficiente. El cielo se veía de color oro y escarlata los campos donde antes había reinado el caos. El aire olía a tierra húmeda y a sangre seca, pero también a esperanza. Los guerreros, exhaustos, patrullaban los alrededores, atentos por si algún enemigo osaba regresar. En el corazón de la manada, un murmullo comenzó a crecer, primero leve, luego poderoso, hasta volverse un clamor de celebración.Ragnar llegaba.Los lobos se apartaron para abrirle paso. Dean lo seguía, con la mirada firme y la espalda erguida, aún con rastros de la batalla sobre la piel. Cuando Ragnar cruzó la frontera, los guerreros se inclinaron, uno a uno, reconociendo lo inevitable. No solo era su Alfa. Al derrotar a Bertulf, se convertía en un Alfa superior por tener el territorio más amplio, Ahora Ragnar era su Rey.El rugido del viento pareció responder al mismo tiempo qu
El aire estaba cargado de tensión. Desde el amanecer, los lobos patrullaban sin descanso, moviéndose por los límites del territorio, atentos a cualquier sonido o movimiento extraño. El viento traía un olor metálico, anticipando la guerra antes de que comenzará.Jennek caminaba al lado de Nolan, observando a los guerreros que corrían de un punto a otro. —Todo está en su sitio —dijo con tono firme—. Los grupos norte y oeste ya patrullan la frontera.Nolan asintió, revisando el mapa extendido sobre una roca. Sus dedos trazaron la línea del bosque. —Quiero dos parejas más en el extremo del río. Si Bertulf planea un ataque, será por ahí.Jennek soltó una risa breve. —A veces olvido que no eres solo un sabio como lo era tu padre, sino un estratega —dijo, dándole una palmada en el hombro.Nolan sonrió levemente. —No me subestimes, Jennek. En la guerra, los sabios también sangran.Hubo un silencio breve, solo roto por los pasos de los guerreros. Jennek observó el horizonte, como si buscar
El aire del valle era denso, cargado de un silencio que no pertenecía al mundo de los vivos. Ragnar podía sentirlo en la piel, en los huesos, en la respiración contenida de los guerreros que custodiaban el círculo de piedra donde los ancestros aguardaban. Habían pasado años desde la última vez que estuvo allí… y aún recordaba la sangre sobre ese lugar.Dean caminaba unos pasos detrás de él, atento, con el cuerpo en tensión y el instinto alerta. No habían encontrado a Lyra a pesar de lo mucho que la buscaron. Ragnar podría estar inquieto, no estar concentrado por la situación, no le gustaba la forma en que iban las cosas y estaba seguro que Bertulf tenía que ver en eso. Dean observó a Ragnar y recordó a Bertulf, sabía que aquel duelo no era solo un enfrentamiento por poder, sino un juicio de los dioses antiguos. Ragnar respiró hondo. Su marca ardió bajo la piel, esa línea de energía viva que lo unía a Lyra. Ella estaba lejos y no tenía la menos idea de dónde se encontraba, pero su pres
Sena fue hacía el lugar donde se encontraba la llave de la celda y luego fue hacia la puerta, Lyra la mirada sin entender lo que estaba haciendo, y no lo hizo hasta que se dio cuenta que abrió la celda y en sus manos tenía un arma. —¿Qué estás haciendo? —preguntó. —Lo que tengo que hacer —respondió Sena con calma, mientras avanzaba —. Le dí a Bertulf la posición de Alfa en la manada Sur porque me prometió que te cazaría y te mataría, pero es obvio que no lo hará, así que me tengo que encargar yo misma. Lyra no apartó la mirada del arma en sus manos. —Sena, nunca fue mi intención hacerte daño. —¡Pero lo sabías! —exclamó Sena —. Sabías que mi manada estaba acabada y luego encerraste a Sierra en esa celda, era mi única familia. —No fue mi decisión, ella tomó sus propias decisiones. —¡Tonterías! —movió las manos junto con el arma —. Podías haberla ayudado, habían otros caminos, pero eso no te importaba, solo pensaste en tí, en tu venganza contra esos vampiros, en tu querido Ragna
El silencio en la celda se había vuelto un enemigo invisible. Las gotas que caían del techo marcaban el paso del tiempo con una precisión cruel. Lyra se encontraba sentada contra el muro, abrazando sus rodillas, mientras su respiración se guiaba con el ritmo irregular de su corazón. No sabía cuánto tiempo había pasado desde que Bertulf la visitó; quizás horas, quizás más o menos, el tiempo en ese lugar era una tortura. Lo único que sabía era que el miedo inicial había empezado a transformarse en otra cosa, duda, y luego, reflexión.Miró su mano. Las quemaduras por la plata habían comenzado a cerrarse lentamente. Había lavado las heridas con el poco agua que le dejaron y ahora la piel, aunque enrojecida, mostraba signos de curación. También había logrado vendarse con retazos de su blusa. El cuerpo dolía, sí, pero lo que más le dolía era el alma.Las palabras de Bertulf resonaban una y otra vez en su mente. "Ragnar hizo un trato conmigo… para usarte y acabar con los vampiros."Cuando l
Último capítulo