Celeste.
Me terminé de duchar y empecé a vestirme. Kael prometió darme una habitación en su enorme cabaña para no estar tan lejos de él una vez que todos supieran de lo que yo lograba. Mientras tanto, seguía en la pequeña habitación donde empecé. Miré la ropa encima de la cama… Incluso mandó a llenar mi armario porque lo único que tenía era un conjunto prestado y el vestido de novia con el que llegué. Después de ponerme la ropa interior, abrieron la puerta de golpe. Mis mejillas ardieron cuando vi a Kael entrando con una expresión neutral que analizaba todo mi cuerpo semi desnudo. —¡¿Q-qué haces?! —Me cubrí con la toalla otra vez—. ¿No te enseñaron a tocar la puerta? Iba a decir “tus padres” pero me retracté al recordar la historia de su pasado. Apreté la mandíbula con vergüenza, ya que sus ojos no dejaban de verme. —La costumbre —Caminó hasta llegar a la estantería y agarrar un libro. Le echó un ojo—. Te espero. Hoy es tu primer día de entrenamiento. Quise gritarle porque no le importó verme en ropa interior y se hizo el desinteresado. Digo, tampoco es que quisiera que le prestara atención a mi cuerpo… ¡Celeste Eldrin! Por la diosa. ¿Qué cosas pensaba? Terminé de vestirme rápidamente y de mala gana. Tiré la toalla sobre la cama y me posicioné al lado de Kael con los brazos cruzados. —Estoy lista —mascullé. La diferencia de altura entre nosotros era notoria. Mi cabeza le llegaba por los hombros, y tenía que alzar el mentón para mirarlo a los ojos. —Vamos —ordenó, seco. A veces no entendía por qué ese hombre era tan frío conmigo si logré calmar su bestialidad en cuestión de segundos. ¿Acaso la diosa planeaba emparejarnos? Seguí a Kael hacia afuera y se adentró en una parte bastante abandonada donde no habían cabañas ni personas. Cruzó un arbusto de nuestro tamaño, y del otro lado un enorme río nos esperaba. Había un amplio espacio en la orilla con muñecos de trapo colgados en palos. —¿Y este lugar? —pregunté. —Aquí solemos entrenar —informó—. Celeste, necesito hablar de algo importante antes de iniciar. Me tomó la muñeca y clavó esos claros ojos en mí. Tragué saliva porque su tacto me puso nerviosa. —¿Q-qué sucede? —Imposible no balbucear. —Ayer me reuní con Luther y tu hermana adoptiva estaba con él —soltó, dejándome boquiabierta. Los nervios se convirtieron en rabia. ¿Por qué demonios él se reuniría con las personas que me traicionaron? —¿Qué? —Fruncí el ceño, la sangre me hirvió por dentro. Necesitaba una explicación. —Tuve que hacerlo, pues mi aliado más cercano, Felipe, me lo pidió. Luther quería aniquilar a su manada, y de ellos obtenemos comida fresca y recursos a cambio de nuestra protección —explicó, con total serenidad—. Aunque puede que no te guste lo que te diré. Me mordí el labio. —Dilo ya… Bajé la cabeza. Kael había conocido a Luther y a Elise, ¿qué habrá pensado de ellos? ¿Estaba bien preguntarle? —Te echaron la culpa de la muerte de tus padres. Dicen que los asesinaste y huiste —comentó—. Y Elise teme que vayas por ella —añadió, con ironía. Abrí la boca con total ofensa. —¿Lo dices en serio? ¡¿Cómo pudieron?! —Llevé ambas manos a mi cabeza, desesperada. Me senté en un tronco cercano para procesarlo—. Ahora los DarkMoon creen que soy una asesina. —Mmh, no lo creo. Vaya forma de animarme. —Lo sé porque todos en la manada me odiaban. Sabían que yo sería la futura luna por decreto de mis padres, y ninguno apoyaba la idea porque según ellos, yo no podría ser una buena líder al ser débil —bufé, lanzando una piedra que agarré del suelo. Inhalé hondo. ¿De verdad podría aumentar mi poder? Kael agarró mi mano y me obligó a levantarme. Por un segundo me tambaleé ya que no me lo esperaba. Parpadeé. —¿Ves el circuito alrededor del río? —inquirió. Recién me percaté de que el río estaba formado en un círculo y sus alrededores parecían un camino de tierra. —Eh, sí. —El primer paso es aumentar tu resistencia. Empieza trotando hasta que te canses —comentó, cruzado de brazos. —Qué rápido cambiaste de tema —murmuré, alejándome de él. —Simplemente quiero que aprendas a confiar más en ti misma y no depender de las palabras que te dicen los demás —proclamó—. Eres tu peor enemigo, Celeste. Duda de ti misma, y jamás avanzarás. Aprende a aceptar que puedes volverte más fuerte, y supera tus límites. Le estaba dando la espalda al caminar, pero me detuve un segundo porque sus palabras llegaron a lo más profundo de mi corazón. Tal vez Kael se comportaba indiferente, pero en el fondo no era un tipo malo. Asentí por mí misma y empecé a correr por el circuito. Los segundos parecían eternos, y cuando apenas pasaron dos minutos, ya yo estaba de rodillas en el suelo y con el pecho subiendo y bajando. —¡Celeste! —exclamó como un regaño—. ¡Continúa! No han pasado ni cinco minutos. Vi de lejos que rodó los ojos. —¡Te dije que soy demasiado débil! —Me quejé, levantándome con dificultad. Tenía que respirar por la boca, porque el pecho me quemaba como nunca. Jamás entrené, y tampoco quise hacerlo por considerarlo innecesario. —¡¿No escuchaste lo que te dije hace un rato?! —Se ofendió—. ¡Cree en ti! —Colocó ambas manos alrededor de su boca para que yo escuchara. Mi visión se tornó borrosa porque un desconocido me estaba motivando como lo hacían mis padres. Solté un grito lleno de frustración y valentía, no iba a rendirme tan rápido, así que corrí, corrí ignorando la sensación de mis pies quemando las suelas de los zapatos. Mis brazos extendidos iban hacia adelante y hacia atrás, impulsando mi cuerpo al compás del viento. El sudor que recorría mi frente era el claro ejemplo de que era una novata para el cardio. «Tú puedes lograr lo que te propongas, Celeste» Las palabras de mamá azotaron mi mente y una lágrima recorrió mi mejilla. Apreté duro los labios con mis dientes y miré al cielo, aunque los rayos del sol me cegaron. —¡Los voy a matar! —chillé, rompiendo en llanto. Me detuve cuando ya mi cuerpo y corazón no podían más. El odio que empezó a crecer en mí hacia Luther y Elise, fue repentino. Mis dientes chocaron, y jamás creí que desearía tanto acabar con la vida de dos personas… Nunca lo había hecho. Al ser una omega, mis padres me protegieron y no tuve que matar a nadie. —Bebe agua. Kael llegó a mi lado mientras estaba absorta en mis pensamientos y no supe en qué momento trajo una botella de agua consigo. Bebí un largo sorbo y jadeé al final. —Deja de llorar. Llorando no resolverás tus problemas —comentó—. Ven. Señaló una ubicación con su cabeza. Estaba exhausta y recién empezamos. Se puso debajo de un árbol, en la sombra. Hizo señas para que le diera la espalda y abrí los ojos con sorpresa cuando sentí el calor de Kael chocar con mi espalda. —Antes de pegarle al muñeco de trapo, primero debes aprender cómo golpear —Su aliento olía a menta y ni siquiera me atreví a girar un poco la cabeza, porque su cachete estaba rozando con el mío. Él tuvo que inclinarse un poco. Sostuvo mis dos brazos para enseñarme cómo hacerlo, y con su fuerza, golpeó a la nada frente a mí. —Izquierda, derecha, no importa cuál sea. Lo que importa es la técnica, ¿de acuerdo? —explicó. Su calor corporal alteró los latidos de mi corazón, y me empecé a preguntar si yo apestaba a sudor… —P-por supuesto —titubeé, nerviosa. La delicadeza de su agarre sobre mis manos me dejó sin palabras, porque Luther nunca había sido así… ¿por qué Kael me tocaba como si fuera una muñeca de porcelana? ¿O estaba imaginando cosas? Negué con la cabeza. —Céntrate. Puños cerrados. Espalda recta —susurró. Un escalofrío recorrió mi nunca al sentir su fresco aliento en mi oreja. —¡Kael! —Me separé rápidamente—. Y-yo… Me miró extrañado cuando lo enfrenté. —¿Pasa algo? Sí, definitivamente yo estaba imaginando cosas extrañas en mi cabeza. —Lo siento, estoy cansada —mentí. —Sólo te estoy explicando cómo defenderte si te impiden transformarte. Los cazadores y los vampiros suelen tener armas que impiden que usemos nuestro poder por cierto tiempo —resopló, con una mano en la cintura. —Lo sé —Bajé la cabeza—. Escucha, sobre lo de Luther y Elise, está bien que piensen eso de mí. —¿Uh? —No me importa. De por sí, nunca les caí bien a la manada —Me encogí de hombros—. Mi objetivo sigue siendo el mismo, y tanto mis padres como tú… saben la verdad. Eso es lo único que me importa. Kael sonrió por primera vez. Despeinó mi cabello como si yo fuera una niña, y de cierta forma percibí su aprobación ante mis palabras. —Estás aprendiendo, Celeste. Sigue así. Mordí mi labio inferior. ¿Era la emoción lo que invadió mi pobre corazón?Celeste. —¿Ves? También puedo sanar animales —comentó Damián, animado—. Me alegra que Kael haya dejado que te quedes, aunque no me ha dicho la razón. Habían pasado dos días desde que entrené con Kael, y él decidió que lo haríamos tres veces por semana para no sobrecargar mi cuerpo y acostumbrarme. —Es increíble. Me encontraba agachada con su hermano cerca de una madriguera de conejos. Uno de ellos tenía una herida en la pierna y creí que iba a morir, hasta que Damián decidió acercarse a mí y ayudarlo. —¿Creíste que no podría? —Se levantó, haciéndose el importante—. Puedo ser joven, pero sé que cuando cumpla dieciocho me convertiré en el beta y la mano derecha de Kael. Sonrió con orgullo. Me levanté también, dejando libre al conejito para que volviera a casa. —¿Y quién es el beta? Todavía no lo he conocido y ya llevo dos semanas aquí —pregunté, curiosa. Rodó los ojos. —Un tipo que se cree la gran cosa —Usó un tono fastidiado—. Es un completo galán con las mujeres. Parpadeé.
Celeste. Otro día de luna llena llegó en un abrir y cerrar de ojos. La prueba definitiva sería esa noche, y yo tenía que escabullirme y evadir a los guardias como la primera vez. Kael me pidió que fuera por mi cuenta, ya que él estaría ocupado, tampoco queríamos levantar sospechas. Una vez que llegué al frente de la cabaña elaborada custodiada por varios guardias, me escondí detrás de un arbusto. Sería fácil rodear el lugar y entrar por una ventana. —¿De qué nos escondemos? —¡Ah! —grité, caí de culo en la tierra. Ni siquiera me había dado cuenta de que Damián estaba a mi lado. ¿En qué momento? Fue demasiado sigiloso para que mis oídos lo escucharan. —¿Q-qué haces aquí? —cuestioné, en un tartamudeo.—Lo mismo te pregunto yo —Alzó una ceja—. Se nota que quieres entrar. Apreté los labios. Él no tenía idea de que ya yo sabía acerca de la maldición de su hermano. Damián no dejaba de verme expectante, como si esperara respuestas. —No es lo que parece. Simplemente ando explorando
Celeste. El silencio era demasiado incómodo. Podía escuchar mi propia respiración y los latidos de mi corazón galopar dentro de mi pecho. Él simplemente permanecía con los ojos cerrados, esperando el momento con serenidad. —Kael —Decidí romper el silencio. —¿Mmh? —¿De verdad te enfrentaste a un clan entero de vampiros solo? Necesitaba que habláramos o me volvería loca dialogando con mi mente. Kael no abrió los ojos, se mantuvo calmado y apoyando un antebrazo sobre su rodilla alzada. —Sí. —¿Y cómo fue? —Si soy fuerte, es porque toda mi vida he estado en el frente de batalla. He liderado a un pequeño escuadrón, o a uno grande, pero siempre obtenemos la victoria —comentó, no aparté la mirada—. Esa vez aniquilaron a todo mi escuadrón por un descuido mío, y por supuesto, la llama de la venganza puede hacer milagros. Vaya dato… —Entiendo. —No se nace siendo poderoso, Celeste. La fuerza la puedes obtener en el camino si así lo deseas —proclamó, abriendo los ojos. Esas iris café
Kael. Volví a la normalidad en cuestión de minutos, no me separé de ella por miedo a perder el control y hacerle daño. Sus brazos rodeaban mi ancha y musculosa espalda, provocando un desborde en sus emociones y el aumento de sus latidos, logré escuchar cada golpe que daba su corazón. Cuando recuperé por completo la conciencia, me levanté un poco, apoyando ambas manos en el suelo para no aplastar a Celeste y la miré a los ojos. —Estabas muy lejos, tal vez por eso me transformé —comenté. Era lo más lógico. Celeste estaba a un lado de la habitación, y yo me alejé cada vez más cuando sentí que iba a volverme una bestia salvaje. Si recuperé la cordura, fue porque la olfateé. —E-es lo que pensé —Volteó el rostro con tal de evitar mis ojos. Su cara estaba roja como el tomate, tal vez porque mi camisa se había roto por completo y lo único que me cubría era el pantalón. Un aroma cálido y fresco, como si usara un perfume natural, calmó cada parte de mi interior. La maldición azotó mi p
Celeste. Nuevo día, nuevo entrenamiento para mí. Me senté a descansar en un tronco que se había vuelto mi silla favorita, porque ya había corrido el circuito por más de veinte minutos sin parar y en mi forma de loba también. Bebí un gran sorbo de agua y jadeé. Kael estaba sentado en una piedra, mirando el río y perdido en sus pensamientos. Desde que un grupo inferior de vampiros atacó a la manada, él empezó a comportarse extraño. Algo le preocupaba. —¿Estás bien? ¿Ya me vas a decir qué ocurrió? —interrogué. Agarró una piedra pequeña y la lanzó con fuerza. Literalmente me ignoró. Rodé los ojos. —Tierra llamando a Kael —Alcé más la voz—. Te estoy hablando. Recién volvió a verme y tenía la mirada perdida. —¿Ya descansaste? —preguntó. —¡No escuchaste lo que te dije! —me quejé, frustrada. —De hecho, hay algo de lo que tenemos que hablar. —¿Ahora te das cuenta? —Alcé una ceja, cruzada de brazos—. Desde que atacaron los vampiros andas en el limbo. Kael se levantó con lentitud
Celeste. Era mi día de descanso, pero aún así solía irme al campo de entrenamiento para trotar un rato en las mañanas sin la supervisión de Kael. Necesitaba volverme fuerte lo más pronto posible, y mostrarle que ya podía avanzar a la siguiente etapa. El que a veces me acompañaba era Damián, ya que aprovechaba para recolectar plantas medicinales por esos lados del bosque. —¿Terminaste? —Me preguntó al verme sentada y jadeando. Tenía su bolso lleno con todo tipo de plantas. —Dame un minuto —pedí, mi pecho quemaba. —Sabes, no tienes que hacer esto todos los días. El cuerpo también necesita descansar para recuperarse —comentó.—Descanso sábados y domingos —bromeé—. ¿Y para qué son las plantas? Si ustedes tienen el don de sanadores desde que nacen… Damián me vio con una ceja alzada y se sentó cerca de mí, dejando el bolso a un lado. —Veo que entrenar con Kael no te ha servido de mucho —comentó, riendo—. No nací con este don. Me criaron los sanadores para no dejarle todo el peso a
Celeste. Faltaba poco para el anochecer y tenía que ir a la habitación de Kael debido a la aparición de la luna llena. Mientras esperaba, me encontraba hablando con Samanta en una banca cercana a la cabaña de Kael. —Sabes, cada noche tengo ese mismo sueño de cuando caí al río —comentó, viendo el cielo de tonos naranjas—. Es aterrador. —Pronto dejarás de soñar con eso. Me pasó lo mismo al ver la muerte de mis padres… —confesé, cabizbaja—. Es un trauma que se queda durante un tiempo. —¿Tus padres murieron frente a ti? —Abrió la boca con horror y se la tapó con la mano—. Debió de ser horrible, Celeste. Me acarició el hombro en apoyo. —Estoy bien, porque sé que algún día lograré vengarme —Estiré mi mano en dirección al cielo, viendo que la luna estaba por asomarse—. Eh, tengo que irme… —¿Por qué? —Tengo que encontrarme con Kael. —No puedes, Celeste —Agarró mis manos para detenerme—. Hoy hay luna llena. ¿No has escuchado a la gente? Me han advertido tantas veces que ver a Kael du
Luther. —¿Cómo va el crecimiento del bebé? —pregunté, caminando junto a Elise hacia el sótano. La manada logró capturar a un demonio bastante peculiar que llamó mi atención. Lo tenían encerrado en el calabozo y me encantaría hacerle una propuesta. Sonreí de lado, pensando en las posibilidades que tendría de convertirme en el puto rey. —Va bien… —murmuró Elise, cabizbaja. Sobó su vientre. —¿Qué sucede? —No creo que sea buena idea —comentó, haciendo una expresión arrugada—. Puede ser peligroso para ti, y no quiero perderte. Se detuvo. Colocó ambas palmas sobre mi pecho, y nuestra diferencia de altura le dificulta llegar a mi boca. Me incliné un poco para darle un suave beso en la frente. —¿No quieres que seamos los reyes del mundo entero? —inquirí, acariciando su cabeza—. Hemos acabado con los Eldrin, y no vamos a detenernos por miedo. —Luther, los demonios son astutos y siempre se salen con la suya. ¿Y si te pide a cambio la vida de nuestro hijo? —Apretó los labios. Me mofé