Al ver que Alessandro se había marchado, Anabella puso en marcha su plan. Ese hombre estaba completamente equivocado si pensaba que ella se quedaría tranquila, esperando que la prueba de paternidad llegara sin mover un dedo. El que se hubiera ido en ese preciso instante le dio la oportunidad perfecta para actuar.
De inmediato, marcó el número del hospital y pidió hablar con el médico encargado de la prueba.
—Ya tengo los resultados de la prueba, señora —le informó el médico, con una voz neutra y profesional.
—No me interesan esos resultados —respondió Anabella, con un tono frío y calculador—. Yo sé muy bien lo que allí dice. Lo que quiero es que modifiques el informe y cambies los resultados.
—Eso es imposible, señora, no puedo hacer eso —replicó el hombre, claramente incómodo.
—Lo harás —dijo ella, inclinándose hacia el auricular, su voz cargada de amenaza—. Así te lo estoy indicando, o de lo contrario, tendré que actuar de otra manera… y no creo que a tu noviecita le guste lo que le