Alessandro reflexionó largamente sobre la propuesta de Anabella y, pese a su aversión, no tuvo otra alternativa que aceptar. Sabía que la mujer estaba mintiendo descaradamente, pero debía seguirle el juego; uno de los dos tenía que ganar esa batalla, y estaba decidido a ser él.
Esa noche no pegó ojo, apenas consiguió pequeñas cabezadas intermitentes. No podía permitirse mentirle a Natalia. Ya había recuperado la confianza de su mujer; sus cuerpos y sus mentes estaban en perfecta sintonía. Observaba a Natalia mientras dormía acurrucada entre sus brazos, su respiración pausada y rítmica llenando la habitación de calma. Aún le parecía imposible que una chica tan maravillosa lo hubiera perdonado. Esta vez no podía arruinarlo todo, pero no era factible contarle la verdad sobre Anabella; si lo hacía, la perdería para siempre.
Un ligero bip lo sobresaltó: un mensaje nuevo. Se levantó silenciosamente de la cama y leyó el contenido que le enviaba la mujer de sus pesadillas:
"No me falles, te n