Una vez que logró controlar el efecto Alessandro que se había apoderado de su cuerpo, Natalia no pudo evitar pensar en la propuesta que él le estaba haciendo. Sabía que era la oportunidad perfecta para congraciarse con él, por los errores cometidos en el pasado, pero también para conseguir que accediera a algo que se había metido en su cabeza con fuerza. Algo que había estado planeando desde hacía tiempo.
—Te acompañaré a esa fiesta —dijo con calma, sin apartar la vista de sus ojos—, pero con una condición.
Alessandro esbozó una sonrisa sardónica, una que le daba un aire aún más irresistible, si eso era posible. Sus ojos brillaron con malicia, como si la situación estuviera bajo su control, y su voz fue tan suave como un filo afilado.
—Creo que no estás en posición de poner condiciones —respondió, con una mezcla de incredulidad y diversión—. ¿Qué te hace pensar que aceptaría algo así?
Ahora fue el turno de Natalia para sonreír, pero lo hizo con una confianza renovada. Sus labios se cu