—Con esta mano yo sostendré sus anhelos, tu copa nunca estará vacía, porque yo seré tu vino. Seré tu vela, tu luz, y alumbrare tu camino en la oscuridad y con este anillo te pido que seas mío para siempre, Dante Lombardo, para amarte, honrarte y respetarte a cada instante de mi vida, que desde hoy es toda tuya, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte nos separe… — dijo Adara dejando aquel anillo en el dedo de su esposo.
Dante sonrió al escuchar aquellos votos…Adara no los había olvidado.
Mirándose a los ojos, verde y zafiro se perdieron en el otro como si el tiempo se hubiese detenido en ese mismo instante, y ninguno escuchó realmente lo que el obispo estaba diciendo después de recitar aquellos votos de infancia. Se habían amado en su dulce infancia, en aquel entonces se amaban tanto que no podrían ya vivir sin el otro. Aquel había sido amor, uno que fue verdadero…pero Adara no se permitió olvidar las razones por las cuales estaba allí, casán