TANYA RHODES
—¿Estás consciente que, para adoptar a tu hermana, necesitas cumplir con varios requisitos? No es que quiera ser negativo, pero ni siquiera tienes 20 años, no tienes casa propia, no trabajas y, en teoría, deberías de pasar todo el día estudiando —dijo Noah con las manos detrás de la espalda, incómodo, viendo a todos alrededor, escuchando el grito de los niños jugando.
Había decidido ir a visitar a mi hermana en el orfanato donde la cuidaban. Con la muerte de mi madre era seguro que la pondrían en adopción y tenía que darme prisa. Vanessa, al no poder acompañarme, le pidió encarecidamente a Noah que lo hiciera, como si necesitará la protección de alguien, y Noah, a regañadientes aceptó, porque podía llevarle la contraria a su padre y al resto del mundo, pero jamás a Vanessa.
—Aunque eso se solucionará cuando tú y mi papá se casen —soltó torciendo los ojos con fastidio—. No puedo creer que te vayas a convertir en mi madrastra. Jamás creí que estaría enredado en algo tan en