Demasiado cerca.

—¿Qué demonios dices? —replicó Aitana, temblando de rabia y agotamiento.

La madre de Jax, con los ojos inyectados en furia y el gesto crispado, alzó la mano para golpearla. El movimiento fue tan rápido que el aire pareció cortarse… pero justo en ese instante, desde detrás de Aitana, se escuchó la voz firme y helada de Jenny, la ayudante quirúrgica de Aitana.

—Qué malagradecidos son ustedes. La doctora Fonseca hizo hasta lo imposible para que el niño estuviera vivo.

Jax y su madre voltearon al mismo tiempo, clavando la mirada en Isaura.

—¿Vivo? —repitió Isaura, incrédula.

—Sí, víbora, el paciente está perfectamente bien —respondió Aitana con un resentimiento tan áspero que hasta Jenny sintió la tensión.

Jax, arrepentido o confundido, aflojó un poco su agarre sin soltar del todo la mano de Aitana… pero ella, odiando cada segundo de ese contacto, se zafó con un tirón brusco que casi lo desequilibró.

—Lo vi morir —disparó Isaura, retrocediendo un paso como si aún viera la escena—. No pud
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