Ava se echó aire en el rostro con la mano, sintiendo el calor subirle por la piel como si intentara borrar los rastros de lo que acababan de hacer. Se limpió los labios con rapidez y alisó la ropa arrugada con movimientos apresurados, como si eso pudiera devolverle el control que había perdido segundos atrás.
Ethan no decía nada. Solo la miraba. Y su mirada era tan profunda, tan penetrante, que a Ava le costaba respirar.
Sintió un nudo en la garganta, seco y grueso, como si las palabras quisieran salir pero se quedaran atrapadas en algún punto entre el pecho y los labios. Su respiración se volvió entrecortada, rápida, víctima de la ansiedad.
—¿Por qué me miras así? —preguntó ella, con un intento de voz firme, pero le salió temblorosa.
Ethan no respondió de inmediato. Dio un paso hacia ella, pero no la tocó.
—No abras la puerta —dijo con voz baja pero contundente.
Ava se giró hacia la puerta como si la hubieran despertado de un trance.
—¡No! Si no abro, Sophie va a sospechar más —repl