Ava intentaba mantenerse firme, su espalda rozaba la pared de la habitación mientras Ethan estaba peligrosamente cerca, tan cerca que su aliento caliente y cargado de licor le golpeaba directamente el rostro.
Cerró los ojos un instante, sintiendo cómo sus labios se acercaban a los de ella, rozándolos apenas, y su cuerpo tembló. No podía dejar que eso sucediera.
Con un esfuerzo enorme, lo empujó con ambas manos. Apenas logró moverlo unos centímetros, pero al menos consiguió espacio para hablar.
—Ethan… —murmuró, con la voz temblorosa— esto está mal. Eres mi jefe y estás borracho. Para, por favor.
Él se quedó mirándola fijamente, sus ojos inyectados, pero no por el alcohol, sino por una mezcla de emociones que Ava no supo identificar. Luego, frunció el ceño y se apartó apenas unos pasos.
—¿Qué está bien y qué no? —preguntó con voz ronca—. Ya nada tiene sentido para mí… no desde que te vi hablando con ese tipejo.
Ethan avanzó de nuevo, esta vez tomándola por la barbilla. Un destello de