La mudanza de Ava al nuevo apartamento se llevó a cabo sin contratiempos.

Tal como Ethan lo había organizado, el lugar estaba listo para recibirla: un apartamento amplio, decorado con tonos cálidos y muebles elegantes, demasiado elegante para su gusto.

Las paredes estaban adornadas con cuadros abstractos, y el sofá de lino beige parecía demasiado nuevo como para ser usado.

Al llegar con su pequeña maleta de ruedas, Ava no dijo una sola palabra. Solo recorrió con la mirada el lugar como si no le perteneciera, como si no tuviera derecho a estar allí. Se sentía incómoda, fuera de lugar.

Ethan notó el cambio en su expresión. Caminó hacia ella y preguntó con tono suave, preocupado:

—¿No te gusta? Si quieres, podemos ver otro lugar. Algo más sencillo quizás… —ofreció, intentando leer sus emociones.

—Está bien así —respondió Ava, sin mirarlo, su voz neutra, casi fría.

Ethan asintió, aunque el tono de ella lo dejó con una sensación amarga en el pecho. Se hizo el silencio por unos segundos