Ethan se adelantó sin mirar atrás, dejando a Sophie luchando por seguirle el paso. Tenía un nudo enorme en la garganta, las manos empapadas en sudor y un tambor constante en el pecho.
Sentía que todo a su alrededor se movía en cámara lenta, como si el tiempo mismo se burlara de su desesperación.
—¿Dónde está? —murmuró entre dientes, buscando con la mirada entre la multitud.
Corrió hacia donde se aglomeraban varias personas, creyendo que ahí encontraría a la mujer embarazada que, según los rumores, estaba en peligro. Su corazón latía con tanta fuerza que pensó que podría salírsele del pecho.
Pero entonces, una figura familiar cruzó caminando a pocos metros de él. Ethan se quedó de piedra.
—¿Ava?
No podía creerlo. ¿Estaba bien? ¿No le había pasado nada?
El alivio fue inmediato, tan fuerte que le nubló la vista. Por un segundo pensó que era una alucinación, que el miedo le había jugado una mala pasada.
—No seas idiota —se reprendió a sí mismo y gritó—: ¡Ava!
Ella se detuvo al escuchar