Ava se miró al espejo con incomodidad.
El traje de baño de dos piezas azul rey con detalles dorados era precioso, sí… pero demasiado revelador. Un regalo de Maya que nunca se había atrevido a usar y que ahora, por falta de tiempo, era lo único que tenía a mano.
Se mordió el labio inferior, dudando.
—¿En qué estaba pensando cuando guardé esto? —susurró, sintiendo un calor incómodo en las mejillas.
Intentó encontrar otra prenda en su maleta, pero nada parecía adecuado. Con resignación, se colocó el bikini y lo cubrió con un pareo blanco semitransparente.
Aun así, sentía que caminaba casi desnuda.
Su corazón latía con fuerza al pensar que Ethan pudiera verla así. No quería que la mirara... o quizás sí. Pero no de esa manera. No ahora.
Respiró hondo, se calzó unas sandalias y salió al pasillo con pasos cautelosos. Miró a ambos lados. Nada de Ethan. Nada de Sophie.
Suspiró aliviada.
Al bajar por el pasillo que conectaba con la playa privada del hotel, fue recibida por una brisa cálida