Colgué el teléfono con una sonrisa forzada, fingiendo normalidad, pero mis manos temblaban sobre mi regazo. Marco no apartaba los ojos de la carretera, pero lo sentí, esa forma en que me miraba de reojo, evaluando, midiendo cada movimiento mío.
—Estás muy tensa —dijo al fin, su voz grave y calmada, pero con un filo oculto—. ¿Te pasa algo?
Mi corazón martillaba contra mis costillas. Si decía lo que sabía, estaría perdida. Si lo negaba, tal vez podría ganar tiempo. Respiré hondo, obligando a mis labios a formar palabras que no delataran mi miedo.
—Estoy cansada. Eso es todo. Ha sido una noche larga —murmuré.
Él asintió, aunque no parecía convencido. Un silencio pesado se instaló, roto solo por el rugido del motor. No podía dejar de pensar en lo que Clara me había dicho. El traidor. El lobo que se escondía en la manada de Luca todo ese tiempo.
No puedo siquiera imaginar la oscura satisfacción que sentía cada vez que ocurría algún ataque, y Luca castigaba a los supuestos traidores y jama