El silencio dentro del auto era extraño, casi irreal. El motor rugía bajo mis pies, y el parpadeo intermitente de las luces de la ciudad me mantenía atrapada en un vaivén de pensamientos oscuros. Marco manejaba con una calma inquietante, sus manos firmes en el volante, como si nada pudiera perturbarlo. Yo, en cambio, sentía que cada segundo mi pecho se comprimía un poco más.
El zumbido del celular en mi bolsillo me hizo dar un respingo. Lo saqué con disimulo, como si se tratara de un gesto casual, pero cuando vi el nombre en la pantalla, el aire se me atascó en la garganta: Clara.
“¿Dónde estás? Me llamaron del hospital diciendo que huiste.”
Respondí rápido, sin pensar demasiado: Matteo apareció y tuve que huir, pero no te preocupes. Estoy con Marco mi antiguo guardaespaldas. Lo encontré. Vamos en su auto.
La respuesta no tardó en llegar.
“Aria, bájate de ese auto. ¡YA!”
El corazón me dio un vuelco tan fuerte que casi solté el teléfono. Tragué saliva, intentando no moverme demasiado,