169: El que Mueve los Hilos

El tiempo en la celda ya no se medía en horas o días, sino en latidos. En la llegada y partida de Enzo. Él era mi único vínculo con el mundo exterior, mi carcelero y, aunque él no lo supiera aún, mi proyecto más crucial. La semilla de la duda que había plantado no solo había germinado; estaba floreciendo en una enredadera venenosa que trepaba por su conciencia, ahogando el odio ciego que Ruggero le había inculcado.

Lo veía en sus ojos cada vez que entraba. Ya no era solo el resentimiento por lo que creía suyo, sino una pregunta persistente, un miedo a ser el tonto útil. Yo era la regadía constante de esa planta.

—Trae más agua —le dije una vez, con una voz deliberadamente quebrada—. Ruggero quiere que esté presentable para el intercambio, ¿no? No serviría de nada si me deshidrato.

Él refunfuñó, pero obedeció. Al volver, dejó la botella con más fuerza de la necesaria.

—¿Crees que eres inteligente, verdad? —gruñó—. Jugando conmigo.

—No juego, Enzo. Sobrevivo. Algo que tú también debería
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP