Después de la intensa reunión, Lucas aguardaba en la oficina, caminando de un lado a otro, incapaz de ocultar su ansiedad. Llevaba días esperando ese momento. Cuando escuchó la puerta abrirse, se giró de inmediato.
Demian cruzó el umbral con paso firme, como el hombre que alguna vez fue. Su presencia imponía, su mirada era clara, y el rostro... ahora limpio de cicatrices, volvía a ser el de siempre: el heredero poderoso, frío y atractivo que todos temían y admiraban.
Sin pensarlo dos veces, Lucas se acercó y lo abrazó con fuerza.
—Me alegra verte de nuevo, hermano —dijo con sinceridad.
Demian esbozó una leve sonrisa, dejando entrever el alivio que también sentía.
—Me gusta estar de regreso... se siente tan bien —respondió mientras daba una mirada a su alrededor.
Lucas se separó del abrazo y bromeó:
—Tu tío casi sufre un infarto al verte.
Demian soltó una carcajada breve.
—Eso parece...
Ambos se sentaron frente al ventanal, como en los viejos tiempos.
—Gracias por mantenerte a mi lado