Sawyer llegó al hospital con un peso en el pecho que le costaba soportar. Cada paso hacia el ascensor parecía arrastrarlo más hacia un abismo que no podía evitar.
Los mensajes de Lucy durante todo el día habían sido ignorados, y la ansiedad lo consumía por completo.
No podía entender cómo ella, que siempre había sido fuerte y decidida, podía desaparecer así, dejarlo en la incertidumbre, mientras él luchaba contra su propia desesperación.
Al entrar en el hospital, la realidad golpeó aún más fuerte.
Cada rostro, cada paso apresurado de los residentes y enfermeras, le recordaba que Lucy estaba allí en algún lugar, y que podía estar enfrentando la situación sola, sin él.
No había nada más doloroso que la sensación de impotencia, de no poder proteger a quien más amaba en el mundo.
Finalmente llegó a su oficina, un lugar que normalmente le daba control, pero que ahora le parecía pequeño, insuficiente, incapaz de contener la tormenta que llevaba dentro.
Se dejó caer en la silla, el rost