Lucy no puede creer lo que acaba de escuchar. El mundo a su alrededor se desvanece por un segundo.
Solo lo ve a él, arrodillado frente a su cama, los ojos llenos de amor, el anillo entre sus dedos y una sonrisa temblorosa que le roba el aliento.
Las lágrimas comienzan a resbalar por su rostro sin que pueda detenerlas.
—¿En verdad… te quieres casar conmigo? —pregunta con un hilo de voz, casi sin aire.
Sawyer levanta la vista y le toma la mano con suavidad.
—Más que nada en este mundo —responde con la voz grave y sincera—. Más que a mi propia respiración, Lucy. Eres lo mejor que me ha pasado, mi lugar seguro, la única persona que hace que todo cobre sentido.
Ella se ríe entre sollozos, sin poder contener la emoción.
—Sí… claro que sí. Me casaría contigo mil veces.
Sawyer se inclina, la besa despacio, saboreando el momento, dejando que el amor se derrame entre ambos como una promesa silenciosa.
Luego, separándose apenas unos centímetros, le acaricia la mejilla con el pulgar.
—Pero mere