La luz dorada del amanecer se filtra a través de las cortinas, tiñendo la habitación con un resplandor cálido.
Lucy duerme profundamente, acurrucada entre las sábanas, cuando una vocecita emocionada irrumpe en el silencio.
—¡Mamá, mamá, despierta! —La cama se hunde bajo el peso de Poppy, que salta sobre ella con una sonrisa enorme—. ¡Tienes que levantarte ya!
Lucy entreabre los ojos, confundida, con el cabello enredado y la voz ronca del sueño. No importa cuántas veces lo escuche, todavía no se acostumbra a que Poppy la llame de esa manera, pero le gusta.
—¿Qué pasa, cariño? ¿Qué hora es?
—¡Hora de vestirte! —responde Poppy, con los ojos brillando de emoción—. Papi S me dijo que viniera por ti. Dice que tenemos que llevarte a un lugar.
Lucy frunce el ceño, pero no puede evitar sonreír.
—¿Papi S? ¿Sawyer te dijo eso? ¿Y a dónde se supone que me lleva?
Poppy se lleva las manos a la boca, fingiendo misterio.
—No puedo decirte. Es una sorpresa. Pero… —hace una pausa dramática, inclinándo