La puerta de la ambulancia se cierra con un golpe seco, llevándose a Camille bajo custodia.
Emma permanece abrazada al cuello de Alexander, con los ojos hinchados y el rostro manchado de lágrimas secas.
Él la sostiene como si temiera que el más mínimo movimiento pudiera arrebatarle a su hija nuevamente.
—Ya pasó, mi amor… ya estás a salvo —susurra, pero su voz tiembla.
Los agentes aún rodean la zona, pero el peligro ha terminado. Sin embargo, en el corazón de todos, el caos apenas comienza a asentarse.
Isabella llega segundos después, empapada por la lluvia que comenzó a caer con fuerza, con el cabello pegado al rostro y los ojos buscando desesperadamente a su hija. Cuando la ve en los brazos de Alexander, se le corta la respiración.
—Emma —pronuncia, corriendo hacia ellos.
Emma gira al escuchar la voz de su madre y extiende los brazos de inmediato.
—¡Mami!
Alexander la entrega sin decir una palabra, observando cómo Isabella se arrodilla en el barro, abrazando a su hija con una fuer