La mañana había amanecido con una extraña claridad.
El sol brillaba sin reservas sobre la ciudad, como si el universo entero quisiera atestiguar el final de una era de sombras.
Isabella observaba por la ventana del apartamento, los dedos crispados sobre la taza de café que apenas había probado. La llamada había llegado temprano: Javier Calderón había sido arrestado.
A pesar de la cooperación que Javier había ofrecido tras su captura, nadie dudaba de que Camille había sido el cerebro, la titiritera en las sombras que orquestó el complot contra ellos.
La policía había reunido suficiente evidencia para emitir una orden formal de arresto.
Entre los documentos entregados por Camille se encontraban correos, transferencias bancarias, grabaciones... pruebas que apuntaban sin piedad a la implicación de su padre porque si ella caía, él caería también.
—¿Estás segura de que quieres ir? —preguntó Alexander, su voz suave mientras se acercaba por detrás y apoyaba las manos en los hombros de Isa