POV DE ISABELLA
Alexander parecía no tener fin. Yo estaba ya agotada y susistiendo a sus embestidas mientras que él se veía íntegro, fuerte, hermoso mientras me penetraba cada vez más fuerte.
La tenía tan grande, joder. Toda su dura extensión temblaba dentro de mí. Mi cuerpo respondía a sus temblores, lo apretaba desde el interior. Me clavó los dedos en la piel, me los hundió en las caderas.
Con un manto de humo negro a su alrededor, como si de un viento negro se tratara, empezó a moverse. En primer lugar, despacio. Los tendones del cuello se le marcaban, orgullosos. Salió de mi interior apenas un par de centímetros.
Los movimientos más leves lo acercaban cada vez más al orgasmo. Volvió a ponerse en movimiento, me embistió con las caderas, introdujo la polla un poco más con cada embestida. Iba a un ritmo que más bien era una tortura.
Yo me había acomodado a él y la deliciosa fricción que crecía entre nosotros empezaba a convertirse en una agonía desesperada.
—Por favor… —Alargué