Ahora que Christian sabía todo y me apoyaba, lo que yo sentía por él solo se hizo más fuerte. Comencé a preguntarme sí, de no estar Jonathan Verstappen de por medio, podríamos él y yo haber tenido algo.
Esa duda llenó mis pensamientos en los días siguientes, cada vez que llegaba al casino y nuestras miradas se cruzaban, compartiendo un gran secreto y complicidad. Y esa sensación solo creció cuando le avisaron que había obtenido el puesto de guardaespaldas para cuidar a una persona “importante” dentro la mansión Verstappen. Aunque nadie sabía se trataba de mí.
Esa noche, después del trabajo, sus amigos abrieron una botella de champaña y festejamos con Cris por ese inesperado ascenso.
—¡Seguramente el jefe buscaba seguridad para su esposa secreta! —bromearon los chicos.
—¡Felicidades, Cris! —le susurré, escondiendo una sonrisa—. Y gracias.
Con discreción, él tomó mi mano y la apretó. Mientras Anny y otros compañeros llenaban los vasos entre risas y bromas, Cris llevó los labios a m