Cris se mantuvo encima mío, viendo con ojos indiferentes cómo las lágrimas salían de mis ojos. Simplemente todo lo que acurría, desde que salí de la habitación de Samuel en el hospital, el secuestro, la llegaba allí y ese grillete alrededor de mi tobillo, se sentía como parte de una irrealidad muy ajena a mí.
Ese hombre tenía la cara, pero no era mi amigo.
—Nunca dije que quisiera una vida contigo —le hice saber con voz temblorosa.
Mi labio sangraba y me doliá la mejilla por la bofetada que me había dado, pero nada de eso me preparó para la siguiento. Vi su mano elevarse, luego descender con gran rápidez y sentí el potente golpe de la palma en mi mejilla. Mi visión vaciló, la piel me ardió y un gritó manó de mis labios.
Las calientes lágrimas rodarón por mi piel.
—¿Eso calma tu conciencia, Sue? Sabías de mis sentimientos.
Parpadé unas cuantas veces, aturdida y con los oídos llenos de un agudo sonido. Cris me tomó de la mandibula y me hizo verlo cuando traté de alejar la vista. Nos mir