Y la sensación caliente que comenzaba a recorrer mi cuerpo, se disipó de golpe. Lo miré, molesta y más ofendida que nunca.
—No entiendo de qué habla...
Solté un quejido bajo cuando envolvió mi cintura con un brazo y brusco me pegó a su pecho. Sonrió sin humor, mirándome con esos azules ojos cargados de incredulidad.
—¿Crees que no te vigilo? Eres una descarada.
Me llené de indignación.
—Te vi abrazada a ese mocoso cuando llegué, como una niña, ¿te gustó tanto?
Solté un pequeño grito cuando me sujetó del cuello y me aplastó contra el espejo a mis espaldas. Sí, definitivamente era un loco en todo el sentido del término.
—¿Piensas que te dejé volver aquí para que coquetees con mis empleados?
Hice un gesto y sujeté su muñeca, tratando de que me soltará. Temía que el escándalo atrajera la atención de algún compañero y nos vieran en esa situación comprometedora, conmigo sobre el lavabo y él entre mis piernas.
—A usted... ¿por qué le importaría lo que yo haga con mi vida personal? —no