—Mantente relajado. Vamos a perderlo —dijo con firmeza. Habían salido a la calle.
Mike asintió y ambos doblaron por una calle angosta que desembocaba en un pequeño callejón adoquinado, lleno de tiendas cerradas a esa hora. Aceleraron el paso, fingiendo que estaban de prisa, y justo antes de la esquina, Allyson empujó la puerta lateral de un viejo edificio de oficinas abandonadas.
Entraron en silencio y permanecieron en la penumbra, escuchando. Segundos después, pasos apresurados resonaron afuera. El hombre se detuvo frente a la calle, desconcertado.
Mike observó por una rendija: el sujeto miraba hacia todos lados, murmurando algo incomprensible, y luego siguió caminando apresuradamente hasta desaparecer entre la bruma que comenzaba a levantarse desde el mar.
—Se fue —informó Mike, relajando los hombros—. No es un simple curioso. Ese tipo sabía lo que hacía.
Allyson apretó los labios.
—Y nosotros también sabemos lo que estamos haciendo. Grayhaven esconde más de lo que parece, y ese ho