Darina está desesperada. Su madre agoniza y el dinero para salvarla es un lujo que no tiene. Cuando obtiene una salida, no puede rechazarla: solo debe aceptar gestar al hijo de un poderoso CEO cuya esposa, incapaz de concebir, ansía un heredero a cualquier costo. Ella se embaraza de trillizos. Pero lo que parecía un simple acuerdo se convierte en una pesadilla. Su madre muere y ella es acusada de la muerte de la hermana predilecta del CEO. Darina es obligada a escapar por temor a la ira del hombre. Tres años después, Hermes Hang logra encontrarla, sin embargo, cuando la vida de los pequeños hijos corre peligro, la única solución es un matrimonio forzado. Ahora, Darina es la esposa de un hombre que la desprecia… y la sombra de la mujer fallecida aún la persigue. Pero, mientras Hermes lucha contra su rencor, comienza a darse cuenta de algo aterrador: esa mujer a la que juró odiar es la única capaz de enloquecer su corazón.
Leer másEn la empresa HangEl reloj marcaba las once de la mañana cuando Hermes llegó a la empresa. Su rostro reflejaba el cansancio acumulado de los últimos días. El peso de la futura operación de Hernán seguía oprimiéndole el pecho, y aunque su hijo parecìa ser un niño tan fuerte, había un nudo constante en su estómago que no desaparecía.Aun así, tenía que cumplir con algunos asuntos urgentes. Sabía que debía ausentarse un tiempo, dedicarse a su familia, pero antes necesitaba dejar todo en orden.En la sala de juntas, Bruno Cazares conversaba con un par de socios.El ambiente era cordial, aunque había una tensión subyacente que Hermes notó de inmediato. Bruno hablaba con confianza, incluso con una sonrisa estudiada, esa que siempre parecía estar ensayada frente al espejo.De pronto, la puerta del salón se abrió de golpe.—¿Qué demonios…? —murmuró uno de los socios al ver la figura imponente de Alfonso Morgan irrumpir como una tormenta.El rostro de Alfonso estaba descompuesto, sus ojos chi
Alfonso se obligó a respirar hondo. Tenía a Anahí entre sus brazos, vulnerable, temblando por el efecto de la droga que alguien más le había dado. Su corazón latía con fuerza, con desesperación, pero también con un peso insoportable de culpa y memoria.No podía volver a caer.No esta vez.Con manos cuidadosas y el corazón palpitándole con fuerza, tomó una manta gruesa y envolvió el cuerpo de la mujer que una vez fue su todo. La abrazó con ternura, como si su contacto pudiera ahuyentar los fantasmas de ambos. La recostó con delicadeza sobre su cama, alejando cualquier deseo, cualquier impulso.—Te amo, Anahí —susurró con una voz rota, casi inaudible—. Voy a demostrártelo. Voy a recuperar tu amor... aunque me tome toda la vida.***El sol del día siguiente entraba con timidez por las rendijas de la cortina. Anahí abrió los ojos, parpadeando varias veces, como si su mente estuviera luchando por alcanzar la realidad. Al principio no reconocía el lugar. Su cabeza latía con pesadez, el mund
Alfonso llegó con prisa al pent-house, casi sin poder controlar la ansiedad que lo devoraba.Con cuidado, bajó a Anahí de los brazos, aún inconsciente, y la llevó en sus brazos hacia la habitación que alguna vez fue suya, donde habían compartido innumerables momentos, entre ellos, el último beso que selló el final de su historia.Esa misma cama en la que se amaron por última vez, antes de que todo se desmoronara.Al entrar a la habitación, Alfonso sintió una punzada en el pecho.No solo por el dolor de verla ahí, sino también por lo que significaba el regresar a este lugar tan cargado de recuerdos.Se sentó en el borde de la cama, con la mujer todavía en sus brazos, y la colocó cuidadosamente sobre las sábanas. Su mirada se detuvo en ella, estudiando su rostro pálido, y tocó suavemente su frente.La piel de Anahí estaba demasiado caliente, más de lo que debería. Una fiebre intensa estaba comenzando a consumirla, y eso lo alarmó.—Tengo que hacer algo —murmuró para sí mismo mientras se
Bruno se alejó a regañadientes, lanzándole una última mirada de frustración a Alfonso.Anahí se puso de pie de inmediato, su corazón palpitando con fuerza mientras se enfrentaba a quien menos esperaba ver en ese lugar. Sus ojos se abrieron con sorpresa, como si hubiese visto un fantasma.—¡Tú! —exclamó, su voz temblando de rabia e incredulidad—. Alfonso Morgan, ¿qué demonios estás haciendo aquí?El hombre la miró fijamente, con una intensidad brutal que casi la hizo retroceder.Era una mirada de reproche, de celos, de algo mucho más profundo.—Estoy aquí, y punto —respondió él con voz ronca—. ¿Qué haces tú con este hombre? ¿Esta es tu famosa cena de negocios? ¿Besar a otro? ¿Desde cuándo te convertiste en esta clase de mujer?Las palabras de Alfonso fueron como látigos para Anahí, desgarrándole la piel del alma.Sintió cómo la rabia hervía dentro de ella, mezclada con una punzada de dolor antiguo.Odiaba que él la mirara como si tuviera derecho a juzgarla, como si, después de todo lo
Anahí bebió de su copa, sin sospechar el más mínimo peligro. El vino resbaló dulce por su garganta, pero su mente estaba en otro sitio. Miró discretamente su reloj de pulsera, sintiendo una ansiedad creciente. Freddy debía estar durmiendo ya, y ella odiaba no estar junto a él.—Es tarde, debo irme —dijo, dejando la copa sobre la mesa con suavidad.Antes de que pudiera retirarse, Bruno tomó su mano entre las suyas. Sus dedos firmes y decididos envolvieron los suyos, impidiéndole moverse.—Anahí —susurró, con una sonrisa persuasiva—, no te vayas aún. Aprovechemos este momento... mereces un respiro, un poco de calma después de tanto estrés.Anahí forzó una sonrisa, esa que reservaba para situaciones incómodas. Sin embargo, su mente seguía atada a Freddy, latiendo con prisa. Quería volver a casa, abrazar a su hijo, sentir su tibieza cerca de su corazón.Además, aunque pudiera fingir indiferencia ante los demás, no podía engañarse a sí misma: el ambiente con Bruno era incómodo. Su mirada,
—¿Qué haces con este hombre, Anahí? —La voz de Alfonso retumbó en el aire, cargada de ira contenida.Anahí lo miró con evidente antipatía, como si cada palabra que él pronunciaba fuera un agravio.—Él es Bruno Cazares, mi jefe y CEO de la empresa Hang —respondió con frialdad, apretando los labios.Sin darle oportunidad de replicar, Anahí se acercó al niño y, con una firmeza casi feroz, lo arrancó de los brazos de su padre.Freddy, sorprendido, se aferró a ella con fuerza.—Mi auto se dañó —continuó Anahí, su voz cortante como una navaja—, y Bruno tuvo la amabilidad de traerme a recoger a mi hijo. Ya puedes irte, Alfonso.Alfonso bajó la mirada, como si aquellas palabras hubieran sido un golpe en el pecho.La frialdad de Anahí, la distancia que marcaba entre ellos, lo desgarraba de adentro hacia afuera.—¿Por qué no me llamaste? —preguntó en voz baja, casi implorante—. Pude haber venido, pude haberte ayudado...Ella le sostuvo la mirada, sus ojos oscuros como un abismo en el que Alfons
Bruno no tardó en hacer su aparición, su presencia arrolladora como siempre.Sonrió con una falsa amabilidad y se acercó a Anahí, quien no pudo evitar sentirse incómoda por la forma en que él parecía medirla, como si estuviera evaluando cada uno de sus movimientos.Él no solo era su jefe, sino alguien que tenía el poder de decidir su futuro en la empresa. Sin embargo, algo en su mirada le decía que no debía confiar en él, a pesar de las sonrisas y el tono amigable de su voz.—Parece que conoces bien al señor Hang —comentó Bruno, su voz suave y cargada de una ligera curiosidad.Anahí levantó la vista, estudiándolo con cautela.—Bueno... —respondió, su voz clara, pero sin una pizca de confianza—. Somos conocidos. Y el señor Hang es un gran empresario, pero creo que conozco mejor a la madre de sus hijos.Bruno asintió con una sonrisa—¿Sabes? No he podido conseguir que un socio nos firme un incremento de compra. Se ha vuelto difícil para mí. ¿Te gustaría ayudarme con eso? —preguntó Bruno
Una semana despuésEl reloj avanzaba con una calma que parecía burlarse del nerviosismo de Darina.Cinco días más y la operación que tanto temía se llevaría a cabo. Un miedo profundo la envolvía, aunque el día de hoy había comenzado con una pequeña luz de esperanza.A pesar del peso que llevaba sobre sus hombros, se sentía aliviada al saber que los pequeños Rossyn y Helmer estaban saludables, sin ningún problema de salud. Ese fue un respiro para ella, un alivio que le permitió relajarse por un momento.La noticia del bienestar de los niños había calmado parcialmente su angustia, pero el verdadero peso recaía sobre Hernán, sobre el último examen que tenía que hacerse antes de la operación.Cuando Hermes le sugirió que se fueran al hospital para el último estudio, ella aceptó, aunque sabía que no podría evitar la ansiedad que ya la consumía.Hermes había tenido que ir al banco para resolver algunos problemas, lo que dejó a Darina sola para llevar a Hernán al hospital.Una vez allí, se a
—Tenemos buenas noticias —anunció el doctor, y aunque su voz era serena, cada palabra pesaba como una losa sobre el corazón de Darina y Hermes—. Es un tumor benigno.Un suspiro ahogado escapó de Darina.Hermes cerró los ojos, apretando la mano de su mujer, sintiendo que un peso monstruoso les abandonaba… pero no del todo.El doctor continuó:—Sin embargo, debemos operar lo antes posible. No podemos arriesgarnos a que el tumor crezca o afecte zonas sensibles.Darina sintió que el piso se le movía. Apenas había asimilado la palabra benigno, y ahora el miedo volvía a apretar su pecho con garras heladas.—¿Cuándo será la operación? —preguntó Hermes, su voz quebrándose al final.—En quince días —respondió el doctor con firmeza.Darina sintió un mareo súbito.—Quince días… —repitió en un susurro tembloroso, como si decirlo en voz alta pudiera detener el tiempo.El doctor los miró con seriedad.—No hay tiempo que perder. Cuanto antes lo hagamos, menor será el riesgo. Después de la cirugía, s