Finalmente, Rossyn y Alfredo se marcharon.
La despedida con Brisa fue dulce, con promesas de verse pronto y abrazos que hablaban del vínculo profundo que habían creado.
En tanto, Helmer, con una serenidad nueva en el rostro, preparaba la cena con entusiasmo. Nunca había cortado tomates con tanto esmero ni sazonado la comida con una sonrisa. Brisa merecía todo eso, y más.
***
Al llegar a casa, Rossyn sentía el corazón agitado. No por el viaje, sino por el secreto que ahora palpitaba en su vientre. Lo sabía. Algo en ella lo gritaba. Aun así, la duda la devoraba. ¿Y si la prueba falló? ¿Y si era solo un falso positivo?
Subió la escalera en silencio, acariciando su abdomen apenas abultado por la tensión.
De pronto, lo vio: Alfredo, sentado en el sofá, hojeando un libro sin mucho interés.
—Alfredo… —dijo, con voz temblorosa.
Él levantó la mirada, serio al notar la expresión en su rostro.
—¿Qué ocurre, mi amor?
Rossyn dio unos pasos hacia él. Sus ojos brillaban con una emoción que apenas po