Jeremías recostaba a una de sus bebés en la cuna, mientras que la otra ya estaba profundamente dormida.
Observó con ternura cómo ambas se acomodaban, sus pequeñas respiraciones llenando la habitación de un suave murmullo.
En ese momento, el corazón de Jeremías se llenó de amor y gratitud.
Tarah, su compañera, lo observaba desde la puerta con una sonrisa tierna, reflejando el orgullo que sentía por el hombre que había elegido para ser el padre de sus hijas.
El papel de papá le estaba quedando muy bien a Jeremías, y eso la hacía sentir segura y feliz.
Él sonrió al verla, sintiendo que su corazón se derretía ante su presencia.
Después de un breve momento de contemplación, encendió el radio de las bebés, eso les mantenía escuchando cualquier ruido de la habitación, si las bebés lloraban, correrían de inmediato a consolarlas.
Las pequeñas dormían en paz, y apenas y se movían.
Luego, ambos bajaron a la cocina, donde iban a preparar la cena. Jeremías la miró con ternura mientras ella comenzab