Un año después.
El amanecer caía suave sobre el bosque, pintando de dorado las hojas que se mecían con el viento.
En la casa del lago, el aire olía a flores recién cortadas, a madera húmeda, a recuerdos.
Era un día especial. Sin que Alexis y Sienna lo supieran, sus hijos habían preparado una celebración secreta: el aniversario de boda número treinta de sus padres.
Enzo y Melody habían organizado todo junto con sus parejas.
En el jardín se alzaban guirnaldas de luces que colgaban de los árboles como luciérnagas eternas, las mesas estaban cubiertas con manteles blancos y centros de flores silvestres, y sobre el muelle se reflejaban las luces del atardecer en el lago, creando un espejo de calma y belleza.
Cuando el auto de Alexis se detuvo frente a la casa, Sienna lo miró con sorpresa.
—¿Por qué hay tantos autos? —preguntó entre risas, desconcertada.
Él negó con la cabeza, igual de confundido. Pero apenas cruzaron el jardín, las voces estallaron al unísono.
—¡Sorpresa!
Melody corrió haci