Alexis lanzó un suspiro largo y pesado, como si en ese instante cargara el peso de todo el mundo sobre sus hombros.
Su mirada, fría y agotada, se posó sobre Tessa, que lo observaba con una mezcla de ansiedad y algo que parecía impaciencia.
—Debo ir a la empresa —dijo al fin, con voz grave y decidida—. Algo malo está pasando… y no pienso dejar a Melody aquí. La llevaré conmigo.
Tessa dio un paso al frente, alzando la voz con una urgencia apenas disimulada.
—¡No, yo puedo cuidarla!
Alexis negó sin mirarla.
—Mejor no. Ella está muy nerviosa… y no confío en que tú sepas calmarla.
El ceño de Tessa se frunció con fuerza.
—¡No, Alexis! Es mi sobrina. ¡La calmaré yo!
Ese “mi sobrina” sonó como una bandera blanca, pero Alexis no estaba dispuesto a dejar pasar lo ocurrido horas antes.
Sus ojos se endurecieron, y su voz adquirió un filo cortante.
—Si vuelves a decirle que no es mi hija, Tessa… —dio un paso hacia ella, su presencia imponiéndose como una pared—… Te echaré de esta casa sin mirar at