El pasillo estaba casi vacío, iluminado apenas por la luz amarillenta de unas lámparas antiguas que proyectaban sombras alargadas sobre las paredes. El eco de unos pasos resonó, firme, decidido… peligroso. Tessa giró la cabeza, y en ese instante una mano fuerte se cerró sobre su brazo.
Alexis.
La arrastró hacia un rincón apartado, con una fuerza que le cortó la respiración. Su rostro estaba tan cerca que Tessa pudo ver el brillo oscuro en sus pupilas, como si algo dentro de él estuviera a punto de estallar.
—¿Tú…? —su voz fue un filo—. ¿Tú contrataste al stripper que era el amante de Sienna?
Tessa parpadeó, incrédula, sintiendo cómo el pulso se le aceleraba hasta dolerle en las sienes.
—¿De dónde lo conoces, Tessa? —insistió él, con los dientes apretados.
—Alexis… —su voz tembló—. Me estás lastimando… y… no entiendo… no sé de lo que hablas.
Pero la mirada de él era un muro. Dura, acusadora, implacable.
—No me mientas —escupió—. Mi investigador encontró al amante de Sienna.
El corazón