Pronto, Tarah fue dada de alta del hospital. Su mente estaba llena de pensamientos confusos y emociones contradictorias.
Deseaba irse lejos de Jeremías, pero la realidad era que no podía.
Él la llevaba en una silla de ruedas, completamente bajo su cuidado. La sensación de vulnerabilidad la abrumaba, y aunque su cuerpo se sentía más fuerte, su corazón estaba lleno de dudas.
Mientras era transportada hacia el auto, su mente se centraba en una sola cosa: su hijo.
Ahora que su bebé estaba vivo, era lo único que realmente le importaba.
El amor materno la envolvía como un manto, y todo lo demás parecía desvanecerse en la distancia. La idea de ser madre le daba una nueva fuerza, una razón para seguir adelante, a pesar de la tormenta emocional que la rodeaba.
Llegaron al mismo departamento que antes, pero esta vez, Jeremías no se fue. La recostó suavemente en la cama, como si temiera que un movimiento brusco pudiera romperla.
Luego, trajo consigo una maleta, y Tarah lo observó con una mezcla d