Nelly se levantó, su mirada fija en Ethan, llena de gran duda y confusión. Se acercó a ellos, sintiendo un torbellino de emociones en su interior.
Ethan abrazaba a su hijo con ternura, llenándolo de mimos y dulzura, un gesto que derretía cualquier resistencia que ella pudiera tener.
La escena era tan tierna que su corazón se apretó, recordándole lo que había estado ausente durante tanto tiempo.
Luego, sus miradas se encontraron, y el mundo pareció detenerse por un momento.
—Ethan, ¿qué haces aquí? ¿Cómo supiste dónde encontrarnos? —preguntó Nelly, su voz temblando entre la incredulidad y el deseo.
Él sonrió, y esa sonrisa iluminó su rostro de una manera que Nelly no había visto en mucho tiempo. La miró fijamente, sus ojos reflejando una profundidad de sentimientos que la dejó sin aliento.
—Bueno, necesitaba estar aquí contigo y con mi hijo. ¿Acaso esperabas que iba a estar lejos de ti? Te amo, tengo que estar aquí —dijo con una sinceridad que la envolvió como un abrigo cálido en una no