Ethan corrió tras ella como si la vida se le escapara entre los dedos. El rugido de la lluvia golpeaba su piel, pero no le importaba.
Cuando vio cómo Nelly era arrastrada por la corriente, su corazón casi se detuvo.
Sin pensar, se lanzó al agua, el frío lo mordió hasta los huesos, pero siguió nadando con desesperación.
—¡NELLY! —gritó con un dolor que desgarraba su garganta.
Se zambulló una y otra vez, sus brazos cortaban el agua con violencia, hasta que por fin la alcanzó.
La sujetó contra su pecho y luchó contra la corriente que parecía querer arrebatársela.
Con un último esfuerzo, logró arrastrarla hasta la orilla fangosa, jadeando, temblando de miedo y cansancio.
Nelly estaba inmóvil, sus labios fríos, sus párpados cerrados. Ethan se arrodilló junto a ella, empapado, con los ojos desorbitados.
—¡Nelly! —su voz se quebró en mil pedazos—. ¡Nelly, no me asustes, por favor! No me dejes… ¡No te atrevas a dejarme!
Sus manos temblaban mientras acariciaba su rostro pálido.
Un sollozo escap