En el bar.
Nelly levantó la mano con toda la fuerza de su rabia contenida y la bofetada resonó como un trueno.
El rostro de Ethan giró apenas por el impacto, pero en lugar de enojarse, sonrió.
Esa sonrisa sarcástica, fría, fue como un puñal que la desgarró por dentro.
—¡No vuelvas a besarme! —escupió ella, con la voz rota—. Respeta a Melody, respétala, aunque sea una vez en tu vida.
El corazón de Nelly palpitaba tan fuerte que sentía que iba a reventar.
Ethan solo la miraba, con esa calma fingida que escondía un huracán de odio.
Entonces, el sonido de un mensaje interrumpió el momento.
Ella tomó el teléfono con manos temblorosas, leyó lo que había pasado y, con voz entrecortada, se lo contó.
—Demetrio llevó a Melody a casa, ella no se sentía bien, bebió mucho.
Ethan la escuchó sin pestañear, apenas moviendo los labios en un asentimiento seco.
—Bien —dijo con frialdad, como quien dicta una sentencia—. Entonces te llevaré a casa.
Nelly negó con desesperación, retrocediendo un paso.
—No,