Marcos se encontraba en la mansión, solo por unos instantes, con el corazón latiéndole con fuerza y una mezcla de nervios y emoción recorriéndole cada fibra del cuerpo. El día estaba avanzado, el sol comenzaba a bajar lentamente, proyectando sombras cálidas en los muros elegantes de la casa. Había decidido que antes de cualquier cosa, necesitaba hablar con alguien que siempre lo había comprendido, alguien cuya opinión y experiencia confiaba por completo: su tía Victoria.
Con pasos firmes, pero con una ligera tensión que no podía ocultar, Marcos se acercó a la amplia sala donde sabía que Victoria acostumbraba pasar las tardes, revisando documentos o simplemente disfrutando de un momento tranquilo con su té. Tocó la puerta suavemente y luego entró, encontrándose con la mirada cálida y reconfortante de su tía.
—Tía —dijo Marcos, con una sonrisa que mezclaba nerviosismo y cariño—. Quiero hablar contigo.
Victoria dejó a un lado el libro que estaba leyendo y se inclinó hacia él, poniendo un