Los meses habían pasado volando y la vida en la mansión D’Alessio se sentía plena, tranquila y llena de expectativas. Isabella estaba en el noveno mes de su embarazo, con la panza grande y redonda que evidenciaba los meses de amor y cuidado que habían transcurrido desde que ella y Marcos habían recibido la feliz noticia. La emoción de no saber si sería niño o niña la mantenía expectante, y había decidido guardar la sorpresa hasta el último momento. Cada movimiento, cada patadita del bebé, le recordaba que estaba a punto de experimentar la sensación más profunda de su vida: la de ser madre.
Esa mañana, Isabella se encontraba en el salón de arte, su espacio favorito en la mansión, rodeada de pinceles, colores y hojas de papel. Estaba dibujando con calma, dejando que su creatividad fluyera, mientras su mente soñaba con cómo sería la vida con el bebé. Las luces del sol entraban por los grandes ventanales, iluminando suavemente la habitación, y el ambiente estaba impregnado de una mezcla d